En el siglo IX, el obispo Teodomiro de Iria Flavia identifica un templete
romano como la tumba del Apóstol Santiago. A raíz de este descubrimiento el rey Alfonso II el
Casto manda erigir un modesto templo en torno a dicha construcción pagana. El aumento de las peregrinaciones y una cierta estabilidad tras los ataques árabes conducen a una nueva construcción que se inicia en el año 1.075, durante el reinado de Alfonso VI y bajo la dirección arzobispal de Diego de Peláez. Se inicia así la construcción
de la
catedral románica que continúa durante el arzobispado de Diego Gelmírez y que ya no parará hasta convertirse en el gran templo que hoy podemos contemplar.
La catedral está construida en sillería de granito con cubiertas de lajas en el mismo material. Construcción románica de planta de
cruz latina, brazo longitudinal y transepto de tres naves, deambulatorio en la cabecera y tribuna que recorre todo el perímetro;
capillas laterales que se disponen ordenadamente a lo largo de todo el templo y poseen un espacio con individualidad propia, de época románica sólo se conservan algunas del deambulatorio.
Naves laterales cubiertas con
bóveda de arista, nave central con bóveda de cañón peraltada y sujeta por
arcos fajones y triforio con cuarto de cañón. La
fachada da
Acibechería es neoclásica (Ventura Rodríguez y Lois Monteagudo). La fachada das Praterías es románica y paradigma de la iconografía
medieval. La
Puerta Santa, barroca (1.611), sólo se abre los años
santos. La fachada del Obradorio (Fernando
Casas y Novoa, 1.738-1.750) es una combinación de
piedra y vidrio, destacando el gran
ventanal del cuerpo central, de los mayores anteriores a la Revolución Industrial. Declarada
Monumento Histórico-
Artístico en 1.986.