El
pueblo se formó a partir de un núcleo primitivo en las dársenas de Porcillán y Cabanela, en la orilla del
río, para posteriormente ir creciendo hacia arriba. Tuvo una
muralla, de carácter más fiscal que defensivo, de la que aún se conservan algunos restos. Junto a Vivero y Mondoñedo, fue uno de los tres fenómenos urbanos
medievales de la antigua provincia de Mondoñedo que recibieron de manos del rey Fernando III de Castilla la Carta Puebla fundacional que le atribuía, entre otros privilegios, el de convocar un
mercado semanal, el cual aún se sigue realizando.