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A VILAVELLA: AMIGO JOSÉ VICUÑA: Ya he vuelto, echo de menos a éste...

AMIGO JOSÉ VICUÑA: Ya he vuelto, echo de menos a éste foro tan ameno, aunque veo que os habeis picado un poco, sin importancia.
Como habéis hablado de los carrilanos, yo recuerdo una historia veridica que te voy a narrar (su familia aún vive en La Gudiña)

Estos criminales, se dedicaban a sacar por las noches de sus viviendas, a toda persona que perteneciese a partidos republicanos, a la U. G. T o a la C. N. T., siendo detenidos por regla general, personas trabajadoras y padres de familia ejemplares, hijos inmejorables y ciudadanos de orden, que una vez detenidos y en camiones eran llevados a las afueras de los pueblos y fusilados en cualquier cuneta o camino apartado y no tenían para los criminales mas defecto, que estar afiliados a esos centros, con la particularidad, que si no estaban afiliados, no encontraban trabajo en el ferrocarril, que en aquella época, se estaba realizando el tramo de ZamoraOrense, con cuyos ingresos sostenían a sus respectivas familias.
Antes de fusilarlos, los sometían a duros castigos, hasta el extremo, de que alguno fue atado a un poste de piedra y después de rociarlo con gasolina, le prendían fuego, para verlo arder vivo, como hicieron con el maestro que en Allariz, hicieron bajar del coche correo y lo quemaron junto al Mesón de Maragullo, a 5 kilómetros de La Gudiña.
No dejaban celebrar funerales por sus almas y estaba prohibido tocar las campanas, cuando sus familiares y amigos los enterraban. Todo esto tenían que hacerlo de noche, para que nadie viese el féretro acompañado hasta el cementerio
Las personas se encerraban en sus casas, atemorizadas y otras se veían obligadas a desaparecer, huían a Portugal o America, en donde murieron, loa mayor parte de ellos y alguno, muy pocos, regresaron al terminar la contienda, por haberse decretado el indulto, para todos los que no tuviesen las manos manchadas de sangre. Sólo uno, cuyo apodo era “El Churro” de Villaza, le dio muerte en su misma vivienda, un familiar de uno al que él, había paseado.
A un tal José, le apodaban “El Jacinto”, de una constitución muy fuerte, que trabajaba en las obras del ferrocarril y que para conseguir dicho trabajo, tuvo que afiliarse a la Unión General de Trabajadores, que era el requisito indispensable, para poder trabajar en dichas obras.
Cierta noche estando la familia reunida entorno a la mesa, cenando, sonaron unos golpes dados con la culata de un fusil, todos se asustaron y guardaron silencio, pero de pronto sonó una voz fuerte, que les dijo, que si no abrían, echarían la puerta abajo. Se dieron cuenta de que venían buscar a José, su madre le indicó que saliese, por una estrecha puerta que daba a la huerta en su parte posterior, José así lo hizo, pero como cuando un furtivo cazador, espera con su red en la boca de la madriguera de un conejo, allí estaban cuatro falangistas, armados con sus fusiles que se echaron encima del pobre José, al igual que lo haría un lobo para apresar a una inocente oveja. Digo fusiles, por que estos criminales, usaban dichas armas y pistolas que les suministraba el capitán de la G. Civil de Verín, Sr. Ros, que era el jefe absoluto de aquella “Ralea”
El camión partió en dirección al Cañizo, pero a dos kilómetros de la salida de la villa, el camión se paró inesperadamente y fueron vanos todos los intentos que hicieron para ponerlo en marcha, momento que aprovechó José, para que de un tirón fuerte, se soltó de las ataduras que tenía a otro detenido y con la oscuridad de la noche, desapareció como si la tierra lo hubiera tragado, sin dejar rastro.
Los falangistas, dispararon sus fusiles en la dirección que había desaparecido y enfocaron sus linternas, pero el detenido había desparecido delante de sus propias narices.
Qué había pasado? ¡Que se esfumó el huido! Mal pensaban aquellos criminales, cuando enfocaban hacia el monte, por donde creían que había desaparecido el preso y mal pensaban que lo tenían bajo sus pies.
Como eran de Ribadavia, Celanova, Ginzo y Verín, no conocían la zona e ignoraban que allí había una alcantarilla que cruzaba la carretera por debajo, como desagüe o canal del agua, ya que con la lluvia el agua se desbordaba por encima de la carretera y ese fue el motivo de la construcción de la mencionada alcantarilla, que era el punto más bajo de la carretera, bajada del Cañizo y subida de La Gudiña.
José sabía esta circunstancia y tan pronto puso los pies en suelo, se metió en la alcantarilla, en donde permaneció día y medio, sin moverse del sitio.
La boca de la entrada, tiene unos 50 centímetros y como la hierba era alta, la entrada de la misma estaba disimulada, para toda persona que no conociese el lugar.
Pasado día y medio, salió de su escondite, para la parte oeste del pueblo, la rivera, con el objeto de acercarse a la frontera portuguesa y escapar al pueblo de La Cisterna, en donde tenía unos amigos, que en los días de feria venían a La Gudiña, para vender los productos de sus huertas y frutas.
Anduvo mucho tiempo entre la maleza para no ser visto y finalmente se sentó junto un castaño, en donde se quedó dormido; No sabía el tiempo que había transcurrido, pero le despertó el ruido producido por las campanillas del ganado y voces de pastores, pero el Santo seguía con él, ya que el rebaño de ovejas era el de su madre y las pastoras, eran sus hermanas, Teresa y Joaquina.
El perro que las acompañaban se dio cuenta del intruso y comenzó a ladrar en la dirección donde estaba José, pero sus hermanas al reconocerlo corrieron a su lado y se abrazaron llorando.
Le dieron de su merienda y una de ellas volvió a casa, pero por el monte sin usar los caminos, para que no la viese nadie y dar la buena noticia a su madre; Su madre llena de alegría y absoluto silencia, acordó mandar ropa, para que se mudase, ya que en la alcantarilla, se había empapado por completo.
Pero esa intuición que tienen las madres, no les dio ropa de hombre, les dio un vestido de Teresa, un mantón, y un pañuelo de cabeza para que se disfrazase de mujer y al anochecer venir con ellas, conduciendo el ganado y que lo hiciesen por la parte baja de la Cotarela, con el fin de rodear el pueblo y entrar en la casa sin ser visto por nadie. Así lo hicieron y ya bien entrada la noche, pudo la señora María abrazar a su hijo, sano y salvo.
Como con frecuencia aquellos facinerosos, registraban las viviendas de los huidos y de los pertenecientes a partidos de izquierda, aquella noche y diez noches mas durmió en el pajar y la leñera que había en el extremo de la era, detrás de la casa al lado del huerto.
Durante esos días, con hierros y pequeñas herramientas, para no nacer ruido y no infundir sospechas, cavaron en la esquina de la cocina una especie de sepultura o foso, que una vez hecho acondicionaron con hierba seca y paja, para no tuviese humedad y en ella permanecía José durante el día, ya que por la noche, dormía en un jergón de hojas de maíz al lado del agujero, que tenia siempre tapado con leña y torgos, teniendo siempre bien atrancadas las dos puerta y la ventana.
Poco a poco fueron enlosando parte de la casa, para no infundir sospechas, que traían del deslinde de la era y la huerta.
Por la mañana se metía dentro del agujero y la plancha de losa era corrida encina, dejando un resquicio como respiradero y así estuvo varios meses.
Su madre y hermanas se vistieron de luto, manifestando que José había muerto en el monte, asesinado por los falangistas, si es que no habría podido huir a Portugal.
En aquella casa nunca se oía ruido alguno, se hablaba en voz baja, como un susurro, para que nadie pudiese oír nada y si algún vecino preguntaba por José, simulaban llorar y decía José seguro que ha muerto y para mayor disimulo, la madre encargó una misa al Sr. Cura, por eterno descanso de José.
Y cosas así tambien las hicieron con otros compañeros por pertenecer Alianza Republicana.
Pero al conceder el General Franco el indulto general, José se presentó en el cuartel de la guardia civil, diciendo que había estado en Portugal en casa de unos amigos.
A pesar del indulto, fue llevado a la prisión Castillo en Viana del Bollo, donde le retuvieron un mes, hasta que terminó el expediente y se presentaron los avales de las autoridades y vecinos.

Todo esto lo contó él cuando ya había pasado todo.