Felicidades a Manuel Varela, porque por fin aprendió a escribir duodenal. Siempre creí que este hombre tenía el duodeno fragmentado.
Pero no se mosquée, hombre.
Pero no se mosquée, hombre.
Ya sabemos que tu y Jimenez, sois la misma persona, que os de el oso, a los dos, que sois uno.
Picos
Picos
Muy bien, Chincho. Si tú quieres, soy la Pita Moñuda, Jiménez, Chicho, Manuel Varela, el del Tanga, el Barxés, y la madre que me trajo al mundo. Pero sobre todo
bendito sea vuestro fogoso oso, si realmente, como dice cualquier manual de Psicología, el buen animal es un consuelo para vuestras frustraciones y limitaciones.
bendito sea vuestro fogoso oso, si realmente, como dice cualquier manual de Psicología, el buen animal es un consuelo para vuestras frustraciones y limitaciones.
Estupendo, eres genial, tu lo unico que venis, es ha robarme al 2525, consolate con el oso maloso y dejate de joder. Infiel, cochina, comedora de hombres. El oso maloso te comera lo que tu quieras, pero vete, y confiesate con el padre José (menudo cura) peor que el oso.
La experiencia erótica de la inmensa mayoría de las mujeres se reduce a casi nada, según ciertas encuestas. Perto en el otro lado de la valla, además de la Loca del Tango, ahí estoy yo con mis cincuenta y tres amantes, o tal vez cincuenta y cuatro.
Mi vida ha sido ruidosa, descarada, movida. Siempre he dado gracias a mi buena estrella y hoy alzo mi copa para brindar por mi ejército de cincuenta y cuatro hombres, porque es así como los veo, un pequeño ejército que desfila, muy peripuesto, con las hermosas cabezas y los hombros brillantes bajo el sol.
Conservo los datos de todos ellos. Es posible que esta confesión parezca perversa, pero poseo un cuadernito en el que, desde 1.973, cuando me inicié con el 252525, he anotado las fechas, iniciales, números, puntos de referencia geográficos y detalles codificados, tales como la duración, la posición, la repetición, la fogosidad, el grado de respuesta, la conversación... y cosas por el estilo.
Al fantasma que fue mi amante cincuenta y cuatro le conocí hace unas semanas en el tren que me llevaba a Galicia. No intercambiamos nuestros nombres, porque no valió la pena, pero se bajó en una estación que se llamaba La Gudiña. Me dijo que había quedado decepcionado, porque en sus tiempos mozos, metía la mano en el purgatorio, y después conservaba a modo de consuelo aquel olor durante una semana, hasta que se difuminaba poco a poco, aspirándolo profundamente cada noche. "Aquello eras maravilloso", dijo.
--Pero ahora todas tenéis el mismo olor, a jabón de La Toja --confesó el condenado desde el andén, mientras arrojaba una blasfemia.
Que Dios le perdone.
Mi vida ha sido ruidosa, descarada, movida. Siempre he dado gracias a mi buena estrella y hoy alzo mi copa para brindar por mi ejército de cincuenta y cuatro hombres, porque es así como los veo, un pequeño ejército que desfila, muy peripuesto, con las hermosas cabezas y los hombros brillantes bajo el sol.
Conservo los datos de todos ellos. Es posible que esta confesión parezca perversa, pero poseo un cuadernito en el que, desde 1.973, cuando me inicié con el 252525, he anotado las fechas, iniciales, números, puntos de referencia geográficos y detalles codificados, tales como la duración, la posición, la repetición, la fogosidad, el grado de respuesta, la conversación... y cosas por el estilo.
Al fantasma que fue mi amante cincuenta y cuatro le conocí hace unas semanas en el tren que me llevaba a Galicia. No intercambiamos nuestros nombres, porque no valió la pena, pero se bajó en una estación que se llamaba La Gudiña. Me dijo que había quedado decepcionado, porque en sus tiempos mozos, metía la mano en el purgatorio, y después conservaba a modo de consuelo aquel olor durante una semana, hasta que se difuminaba poco a poco, aspirándolo profundamente cada noche. "Aquello eras maravilloso", dijo.
--Pero ahora todas tenéis el mismo olor, a jabón de La Toja --confesó el condenado desde el andén, mientras arrojaba una blasfemia.
Que Dios le perdone.