Recuerdo perfectamente aquella buena moza que fue usted, Doña Maruja, con aquellas maravillosas pantorrillas encima de los pesados cholos, cuando iba con las vacas.
Tenía de moza tan buen corazón, que hubiera dado a cualquiera hasta la ropa que llevaba encima, de no impedírselo la castidad.
Tenía de moza tan buen corazón, que hubiera dado a cualquiera hasta la ropa que llevaba encima, de no impedírselo la castidad.