Che Telesforo no te metas con mi Tono, porque sufre en silencio la marcha de su Portugues del Madrid. Saludos
Libidinosa y encantadora moza: Nada más lejos de mis intenciones que faltar al respeto a un Ballesteros. Ni a nadie.
Respecto al portugués del Madrid, convendría preguntarle a Zé de las Carvajas si el tal de las polainas no vino algún año a la siega del centeno en su compañía por estos parajes de Dios.
Respecto al portugués del Madrid, convendría preguntarle a Zé de las Carvajas si el tal de las polainas no vino algún año a la siega del centeno en su compañía por estos parajes de Dios.
Mi escurridizo Romerales, nada más de insinuaciones y faltas promesas, usted un dia de Otoño me murmuro al oido que se moria por mis huesos y yo le dije en tono bajito "estoy con el Zé, pero no se marche lejos que ahora arreglo el pajar y sin mediar palabra se fue a su cuartel. Jamas me dejarón asi de desconsolada, por lo tanto le ruego una cita en el Spa de Villavieja, porque ahora los tiempos han cambiado y hay que ducharse, no le parece.
Un beso mi "Rambo"
Un beso mi "Rambo"
Hermosa moza, usted narra nuestro encuentro a su manera. Yo no lo vi así.
La narración verídica, la que más se aproxima a la realidad de los hechos, es como sigue:
Yo iba cómodamente instalado en un asiento del metropolitano de la línea de Collblanc, con mi pechera adornada de medallas, cuando usted entró veloz en una de las estaciones, contoneando su lozanía:
-- ¿Me deja el asiento, por favor, honorable anciano, que estoy embarazada?
Militarmente erguí mi anatomía, para que una tierna dama en estado de gravidez ocupara aquel cómodo asiento.
Pero inmediatamente reparé en que el embarazo no se apreciaba ni por asomo, por lo que osé preguntarle con la misma confianza que usted me había mostrado:
-- ¿Y de cuánto tiempo está embarazada, encantadora joven?, pues todavía no se aprecia tal estado en tan esbelto talle.
--De cinco minutos, caballero. Mire: aún me tiemblan las piernas.
Y en aquel instante me di de bruces con una amplia y socarrona sonrisa portuguesa, enmarcada entre dos patillas rizadas y negras como la sotana del Padre José, con aquella manaza llena de dediles agarrada al asidero del techo cual garra de buitre leonado.
Esta es toda la verdad. Usted es tan agraciada como embustera. Que lo sea por muchos años.
La narración verídica, la que más se aproxima a la realidad de los hechos, es como sigue:
Yo iba cómodamente instalado en un asiento del metropolitano de la línea de Collblanc, con mi pechera adornada de medallas, cuando usted entró veloz en una de las estaciones, contoneando su lozanía:
-- ¿Me deja el asiento, por favor, honorable anciano, que estoy embarazada?
Militarmente erguí mi anatomía, para que una tierna dama en estado de gravidez ocupara aquel cómodo asiento.
Pero inmediatamente reparé en que el embarazo no se apreciaba ni por asomo, por lo que osé preguntarle con la misma confianza que usted me había mostrado:
-- ¿Y de cuánto tiempo está embarazada, encantadora joven?, pues todavía no se aprecia tal estado en tan esbelto talle.
--De cinco minutos, caballero. Mire: aún me tiemblan las piernas.
Y en aquel instante me di de bruces con una amplia y socarrona sonrisa portuguesa, enmarcada entre dos patillas rizadas y negras como la sotana del Padre José, con aquella manaza llena de dediles agarrada al asidero del techo cual garra de buitre leonado.
Esta es toda la verdad. Usted es tan agraciada como embustera. Que lo sea por muchos años.