¿Cómo está usted, Padre José? Yo soy un tal Romero, de mal nombre Romerales, y, una vez jubilado como legionario, estoy al frente de la iglesia de los Adoradores de la Mazacuca en la Sierra de la Azurera.
Si usted, reverendo padre, supiera lo perversos que son estos indígenas, y de qué manera mienten y cantan y cuentan canciones y cuentos indecorosos... abandonaba el Brasil de inmediato para incorporar a este terruño la candidez de su alma.
Si supiera cómo sangra mi corazón al ver estos seres impíos, como la Loca del Tanga, precipitarse en los infiernos sin arrepentirse de sus pecados...
Le imploro, Padre, que se acerque hasta estas tierras, no sólo para aliviar el dolor que aflige los cuerpos, sino para sacar también a sus almas de los lagos de ardiente azufre en los que la infinita misericordia del Señor de los Espíritus de la Mazacuca ha puesto a estos seres que blasfeman de su palabra, graciosamente concedida.
Reciba usted cordiales saludos de este su seguro servidor que besa respetuosamente su mano.
Si usted, reverendo padre, supiera lo perversos que son estos indígenas, y de qué manera mienten y cantan y cuentan canciones y cuentos indecorosos... abandonaba el Brasil de inmediato para incorporar a este terruño la candidez de su alma.
Si supiera cómo sangra mi corazón al ver estos seres impíos, como la Loca del Tanga, precipitarse en los infiernos sin arrepentirse de sus pecados...
Le imploro, Padre, que se acerque hasta estas tierras, no sólo para aliviar el dolor que aflige los cuerpos, sino para sacar también a sus almas de los lagos de ardiente azufre en los que la infinita misericordia del Señor de los Espíritus de la Mazacuca ha puesto a estos seres que blasfeman de su palabra, graciosamente concedida.
Reciba usted cordiales saludos de este su seguro servidor que besa respetuosamente su mano.