Mi bien querido amigo Zé de las Carvajas: El motivo de la presente es poner en tu conocimiento que nuestra adorable Pitita, la de la vespa, estaba subida en una silla vieja para alcanzar la encimera del armario, cuando se rompió la silla y se lesionó la rodilla izquierda. Sí, una de aquellas dos rodillas con las que separó los catres.
Al llegar al traumatólogo y enseñarle la rodilla herida, éste le pidió que le enseñara la otra, para comprobar si había hinchazón. Entonces nuestra adorada se remangó la otra pernera con mucho cuidado y fue cuando pudimos comprobar el traumatólogo y un servidor que Pitita sólo se había depilado la pierna lastimada.
--La de su marido no, señora. La otra pierna suya, de usted. --comentó el doctor ensimismado.
Y entonces fue cuando intervine yo, con mucha delicadeza marcial, para mitigar un poco el bochorno en el que parecía sumida Pita:
--Perdone, señor doctor. Es que cada semana se depila una, y a la derecha no le toca hasta la semana que viene.
Al llegar al traumatólogo y enseñarle la rodilla herida, éste le pidió que le enseñara la otra, para comprobar si había hinchazón. Entonces nuestra adorada se remangó la otra pernera con mucho cuidado y fue cuando pudimos comprobar el traumatólogo y un servidor que Pitita sólo se había depilado la pierna lastimada.
--La de su marido no, señora. La otra pierna suya, de usted. --comentó el doctor ensimismado.
Y entonces fue cuando intervine yo, con mucha delicadeza marcial, para mitigar un poco el bochorno en el que parecía sumida Pita:
--Perdone, señor doctor. Es que cada semana se depila una, y a la derecha no le toca hasta la semana que viene.