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A VILAVELLA: La pesca de la trucha en el embalse de las Puertas...

La pesca de la trucha en el embalse de las Puertas te incita a la reflexión. Entras por el alto de Entreceniza en un camino que, con un jeep en las manos, te lleva al lugar más apartado del mundo, al lado mismo de la alambrada del Invernadero.
Verdad es que las truchas hacen burla de tus cebos. Son muchos hectómetros cúbicos de agua, y tiene que ser una casualidad que la cucharilla pase cerca de cualquier pez.
Pero al tiempo que activas la musculatura de los brazos y la espalda con los continuos lanzamientos y giros de manivela, allí, en la más profunda soledad, y respirando el más puro y fresco aire, tu cerebro se vuelve lúcido y medita con la más nítida claridad. Ves aquellos sufridos encofradores encaramados en el gigantesco dique jugándose la vida por el bienestar de su prole, como si estuviese ocurriendo en este mismo instante.
Allá arriba pasan aviones trazando líneas blancas paralelas en el cielo... y te hacen pensar en el Yak 42 inevitablemente.
Después de procesos y más procesos, archivos y reaperturas del caso, nunca se quiso llegar al fondo de la cuestión para arrestar a los responsables del chanchullo del dinero destinado a los contratos de los aviones para el transporte de los compañeros, que se volatilizaba en el camino. ¡Manda huevos!
Por el vuelo del Yak 42 Defensa pagó 149.000 € y la compañía del desvencijado aparato sólo cobró 45.000. De esto parece que no se quiere hablar. Pero fue lo que provocó el accidente. Los militares acababan volando en compañías impresentables, con alto riesgo para sus vidas, mientras alguien se llenaba la faltriquera a costa de poner en el más vergonzoso peligro a nuestros héroes. ¡Manda huevos! Tenche carallo a cousa, que diría el capador de Pentes, que en gloria esté.