Iban de la mano. Sus sotanas se confundían en un negro revoltijo. El Padre Moisés, el Cura Rodolfo y Don José exclamaban en un trío armonioso sembrado de arpegios celestiales:
-- ¡Juramos por la salud de nuestros hijos que jamás hemos pecado!
-- ¡Juramos por la salud de nuestros hijos que jamás hemos pecado!