Contaba Eugenio, aquel humorista catalán ya fallecido, que un marinero gallego consiguió reunir con mucho esfuerzo un pequeño capital, y decidió comprarse una barca.
Después de mucho pensar cómo bautizarla, decidió rotularla con el nombre "Que Reme Cristo".
Una tarde, cuando regresaba al puerto, un amigo meapilas de esos que se dan muchos golpes con el puño en el pecho después de avasallar impunemente al prójimo a todas horas le recriminó por su falta de respeto con la religión:
--Hombre, por Dios, alabado sea el Santísimo. ¡Menudo nombre para la barca! Sólo a un animal como tú podría ocurrírsele. Haberle puesto un nombre de mujer, que tanto te han gustado siempre: Carmen, Teresa, Higinia, Balbina, Baldomina. ¡Haberle puesto Remedios, como tu esposa!
y el marinero le contestó:
--Pues ya está. ¿Qué más da que reme Cristo, que que reme Dios. ¿O no es lo mismo?
Después de mucho pensar cómo bautizarla, decidió rotularla con el nombre "Que Reme Cristo".
Una tarde, cuando regresaba al puerto, un amigo meapilas de esos que se dan muchos golpes con el puño en el pecho después de avasallar impunemente al prójimo a todas horas le recriminó por su falta de respeto con la religión:
--Hombre, por Dios, alabado sea el Santísimo. ¡Menudo nombre para la barca! Sólo a un animal como tú podría ocurrírsele. Haberle puesto un nombre de mujer, que tanto te han gustado siempre: Carmen, Teresa, Higinia, Balbina, Baldomina. ¡Haberle puesto Remedios, como tu esposa!
y el marinero le contestó:
--Pues ya está. ¿Qué más da que reme Cristo, que que reme Dios. ¿O no es lo mismo?