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A VILAVELLA: CREDO LEGIONARIO Y BORREGOS...

CREDO LEGIONARIO Y BORREGOS
La comida en el desierto, si tenía que depender del abastecimiento, era como una lotería. Para subsanar en parte este problema, a nuestro Teniente Coronel Mayor se le ocurrió la compra de un rebaño.
Había en el Tercio un legionario, pastor en la vida civil, incapaz de desprenderse del pelo de la dehesa y muy amante de la soledad. Ése fue el perfil elegido para la custodia del rebaño.
Todos los días el barbudo interfecto, bien provisto de mosquetón, munición, rancho frío en la mochila y cantimplora, salía con sus ovejas en formación a pastar en las inmediaciones del acuartelamiento, preferiblemente al cauce seco de la Saguia El Hamra.
El pastor, a medio camino entre asceta y soldado, en su forzada y amada soledad, venía aleccionando a las ovejas, borregos y carneros, pretendiendo transmitirles toda la formación moral y militar que él mismo había recibido en su periodo de recluta.
Un día, cansado del escaso rendimiento de su docencia, advirtió a sus educandos:
--Llevo ya dos meses con la teórica. Mañana pregunto el Credo Legionario.
Y así lo hizo.
--A ver, tú --preguntó a uno de los carneros-- Dime el Espíritu de la Amistad.
Como el carnero se limitó a mirarle, rumiando, con cara de borrego analfabeto, lo liquidó de un tiro.
--Aquel otro de allí, el Espíritu de Unión y Socorro.
Ante la muda respuesta, recibió el mismo arresto. Otro tiro.
El fragor de tal batalla activó la inmediata llegada del refuerzo de guardia al lugar de las lecciones. Doce eran ya las bajas contabilizadas.
Cuando el capitán, antes de enviarlo al Pelotón, le preguntó el motivo de la carnicería, el legionario-pastor contestó:
--Toda mi expedición de reclutas aprendió el Credo Legionario en menos de una semana, a pesar de que los cabos nos decían que éramos unos borregos. Y éstos, que también lo son, llevan ya dos meses sin haberse aprendido ni uno sólo de los Espíritus.
Gracias al glorioso celo de este pastor en la educación del ganado, los legionarios disfrutaron al día siguiente de unas extraordinarias chuletillas de cordero, en lugar de la ración de "ropa vieja" que realmente les hubiera correspondido.