INDA Y LOS CURAS
Inda tiene muchos curas amigos, aunque se vanaglorie de lo contrario. Otra cosa distinta es que siempre ande a la greña con algunos.
Durante un determinado periodo de tiempo coincidimos en un Destacamento temporal en Smara, allá en el desierto. Además de la 3ª Compañía de la VII Bandera, nos acompañaba un Capellán con el grado de Teniente, el cual pasaba más tiempo con Inda Cho Sei --casi siempre discutiendo como amigos-- que en su acción pastoral.
Además de capellán, el Teniente era bastante esmirriado y muy pejigueras.
Una tarde nuestro amigo entreabrió la puerta del cuarto del capellán, preguntando:
-- ¿Se puede?
El cura le endosó entonces una bronca de Padre y muy Señor mío:
-- ¿Es ésa la manera de presentarte a un oficial? Algunos ya no sabéis ni saludar. Está visto que aquí hace falta mano dura. Sal, y pide permiso como Dios manda.
Nuestro legionario salió abochornado, y desde el otro lado de la puerta vociferó:
-- ¡¿Da usted su permiso, mi teniente?!
--Pasa, pasa --concedió el capellán un poco abrumado por los gritos.
-- ¡A la orden de usted, mi teniente. Se presenta el legionario Inda Cho Sei, perteneciente a la tercera compañía de la séptima bandera del cuarto tercio de la Legión!
--Vale, vale... No hace falta que grites. Modera el volumen. Piano, piano. ¿Qué quieres?
--Nada, mi teniente. Venía buscando al Pater, pero es evidente que aquí no está --remató el legionario, despidiéndose con un fuerte taconazo que hizo temblar el vaso de agua de la mesilla de noche del cura.
Inda tiene muchos curas amigos, aunque se vanaglorie de lo contrario. Otra cosa distinta es que siempre ande a la greña con algunos.
Durante un determinado periodo de tiempo coincidimos en un Destacamento temporal en Smara, allá en el desierto. Además de la 3ª Compañía de la VII Bandera, nos acompañaba un Capellán con el grado de Teniente, el cual pasaba más tiempo con Inda Cho Sei --casi siempre discutiendo como amigos-- que en su acción pastoral.
Además de capellán, el Teniente era bastante esmirriado y muy pejigueras.
Una tarde nuestro amigo entreabrió la puerta del cuarto del capellán, preguntando:
-- ¿Se puede?
El cura le endosó entonces una bronca de Padre y muy Señor mío:
-- ¿Es ésa la manera de presentarte a un oficial? Algunos ya no sabéis ni saludar. Está visto que aquí hace falta mano dura. Sal, y pide permiso como Dios manda.
Nuestro legionario salió abochornado, y desde el otro lado de la puerta vociferó:
-- ¡¿Da usted su permiso, mi teniente?!
--Pasa, pasa --concedió el capellán un poco abrumado por los gritos.
-- ¡A la orden de usted, mi teniente. Se presenta el legionario Inda Cho Sei, perteneciente a la tercera compañía de la séptima bandera del cuarto tercio de la Legión!
--Vale, vale... No hace falta que grites. Modera el volumen. Piano, piano. ¿Qué quieres?
--Nada, mi teniente. Venía buscando al Pater, pero es evidente que aquí no está --remató el legionario, despidiéndose con un fuerte taconazo que hizo temblar el vaso de agua de la mesilla de noche del cura.