Esta tarde pasé en una vieja ciudad por delante de un viejo edificio con un escaparate lleno de perolas vacías, moldes de roscón, trozos de arneses, neumáticos para hielo, marcos para fotos sin foto, pantallas para lámparas sin lámpara y otros desechos, sombra y telarañas.
En el cristal, sin embargo, inesperada y felizmente, me veo a mí mismo en colores más vivos que los trastos expuestos y, ante mi sorpresa, andando en una actitud semiencorvada.
Eché los hombros hacia atrás, saqué pecho como les decía a mis soldados y me puse tan tieso como el más apuesto maniquí de las tiendas de ropa.
Tendré que clavarme hombros, espalda y rabadilla a una T de madera disimulada bajo mi ropa interior antes de que la menopausia acabe conmigo.
En el cristal, sin embargo, inesperada y felizmente, me veo a mí mismo en colores más vivos que los trastos expuestos y, ante mi sorpresa, andando en una actitud semiencorvada.
Eché los hombros hacia atrás, saqué pecho como les decía a mis soldados y me puse tan tieso como el más apuesto maniquí de las tiendas de ropa.
Tendré que clavarme hombros, espalda y rabadilla a una T de madera disimulada bajo mi ropa interior antes de que la menopausia acabe conmigo.