"Publicaciones El Juicio Final". Primer Piso.
Subí por la amplia escalinata entre frescos pompeyanos que invocaban el camino que no conduce a la salvación.
De pie, ante el escritorio, un hombre corpulento con botas de montar, una especie de sotana abrochada al cuello con un solo botón. Golpeaba el borde de sus botas con una fusta, cuyo mango tenía forma de simbólica pezuña, fumando y mascando un partagás.
Ésta era la última moda para sacerdotes. Éste era el gran promulgador que había conseguido poner de moda el pecado, la sed de misericordia, la pobreza y la desgracia.
Se celebraban concursos entre viciosos, en los que el premio era otorgado al más depravado pecador, al que amasara mayor fortuna indecente.
Desgraciadamente ésta era la Patria a la que había entregado toda mi vida.
Subí por la amplia escalinata entre frescos pompeyanos que invocaban el camino que no conduce a la salvación.
De pie, ante el escritorio, un hombre corpulento con botas de montar, una especie de sotana abrochada al cuello con un solo botón. Golpeaba el borde de sus botas con una fusta, cuyo mango tenía forma de simbólica pezuña, fumando y mascando un partagás.
Ésta era la última moda para sacerdotes. Éste era el gran promulgador que había conseguido poner de moda el pecado, la sed de misericordia, la pobreza y la desgracia.
Se celebraban concursos entre viciosos, en los que el premio era otorgado al más depravado pecador, al que amasara mayor fortuna indecente.
Desgraciadamente ésta era la Patria a la que había entregado toda mi vida.