He aquí un pequeño fragmento del sermón que podrás escucharle algún día, amigo de las Carvajas, a cualquiera de tus amigos, los de las polainas:
Las hojas murmuraban suavemente al paso de la brisa, pero muy cerca, una voz varonil anunciaba el Reino de los Cielos, la remisión de los pecados y la certidumbre del infierno para los pecadores impenitentes.
Todos podían acudir a la Casa de Dios para beber el agua dulce que apaciguaba la amarga sed dejada en el alma por el pecado.
Zé, búscate un cilicio, y sigue a pies juntillas todas y cada una de las recomendaciones de tus santos varones. Pero procura no ahumarte demasiado las pestañas con el incienso.
Las hojas murmuraban suavemente al paso de la brisa, pero muy cerca, una voz varonil anunciaba el Reino de los Cielos, la remisión de los pecados y la certidumbre del infierno para los pecadores impenitentes.
Todos podían acudir a la Casa de Dios para beber el agua dulce que apaciguaba la amarga sed dejada en el alma por el pecado.
Zé, búscate un cilicio, y sigue a pies juntillas todas y cada una de las recomendaciones de tus santos varones. Pero procura no ahumarte demasiado las pestañas con el incienso.