Nuestra relación colgó toda la vida del hilo de la discordia, el pasado pesó de que manera sobre nosotros, ella se forjó en la fragua de la vida como el acero endurecido por al paso de los siglos, no dió oportunidades porque tampoco las tuvo, no compartió conmigo su cariño porque el desatino del destino la volvió dura y temerosa. Yo pasé página a la infancia, ella se refugió en la negrura de su eterno luto, yo me fui y ella se quedó, el pasado, mas viejo que mi persona, nos estrechó con el lazo del olvido, ni ella encendió la luz de la entrada ni yo busqué su puerta. Los inviernos fueron testigos de la frialdad que nos separó, nos acostumbramos a la indiferencia que nos impusieron los dominios del pasado, ella culpaba a la vida y yo la culpaba a ella. Se fué sin equipaje, ató su pañueleta negra sobre su pelo blanco, se paró su sangre, que aunque hermana de la mía, no se encontraron nunca, que los vientos celestes la lleven donde sólo encuentre sosiego y yo pueda aparcar esa maleta vacía en mi viaje de la vida.