HISTORIA DE
LOBIOS.
Tras los resultados obtenidos de los estudios hechos en la zona, contamos con un rico patrimonio arqueológico, legado que permite acercarnos a la evolución histórica de lo que hoy es el
Ayuntamiento de Lobios. Se conocen indicios del primer asentamiento humano de cazadores y recolectores del Paleolítico, en la zona de Riocaldo. Pero sin duda la primera ocupación efectiva tuvo lugar a partir de mediados del IV milenio a. C. y llevada a cabo por los primeros
pueblos pastores y agricultores que levantaron numerosos
Monumentos Megalíticos, aproximadamente entre el 3500 a. C y el 2000 a. C., por el momento, los únicos exponentes llamados antas, arcas, mámoas, motas, dólmenes, etc. panteones funerarios de aquellas gentes, se distribuyen por toda la comarca, y concretamente en Lobios, yacimientos como las necrópolis tumulares de
San Bieito y la Anta do Couto (ver
arqueología en Lobios).
También en esta comarca se están constatando progresivamente vestigios de los primeros pueblos metalúrgicos del cobre, integrados en una época denominada arqueológicamente como Calcolítico. Primero, reflejados en los asentamientos al aire libre, con materiales líticos y cerámicos del ámbito "Penha", que ocupan el
Valle del Limia, aproximadamente a partir del 2500 a. C.
Posteriormente, una segunda manifestación de la metalurgia del cobre, es la que deriva de la localización de las
cerámicas "Campaniformes", aproximadamente entre o 2200/2000 a. C. y el 1800 a. C.. La Edad del Bronce es menos conocida, limitándose por el momento a hallazgos aislados correspondientes con su fase inicial y localizados en megalitos existentes en la comarca.
Los más nombrados representantes de nuestra Protohistoria son los yacimientos denominados castros, poblados construidos en lugares con defensas naturales, como outeiros elevados o espolones montañosos rodeados por meandros fluviales, a los que se añaden diferentes sistemas de fortificación (varios cinturones de
murallas, parapetos y fosos). La Cultura Castrexa, protagonizada por los pueblos galaicos, se extiende cronológicamente desde el siglo VI/V a. C. hasta el IV d. C.. Es en esta época, más concretamente en el año 215 antes de
Cristo, cuando por primera vez, un
ejército romano invade el noroeste de la Península. Siendo esta una etapa clave en historia de Lobios, haremos un comentario más detallado de la misma..
La conquista de la Península Ibérica fue lenta, y arrítmica. El Noroeste de la Península apenas entró en conflicto directo con las legiones
romanas hasta casi un siglo después, cuando tuvo lugar la incursión de Decimus Iunius Brutus, en 137 a. C. Las fuerzas comandadas por el cónsul romano cruzaron el
río Duero, penetraron en la Callaecia y llegaron a rebasar el río Limia.
Tras la primera incursión, aumentó la influencia del mundo romano en el Noroeste Peninsular. Aún así, nuevos movimientos
militares, dirigidos por Licinius Crassus (en 96 a. C.), M. Perpena (en 74 a. C.) y por Iulius Caesar (en 61 a. C.), revelan que Callaecia no estaba totalmente pacificada.
La integración formal de los Galaicos, Astures y Cántabros en el Imperio Romano, solo se terminó después de las campañas de Octavianus Augustus (27 a. C. - 14 d. C.), durante los años de 26 a 19 a. C. En los años siguientes aún se dan revueltas y combates entre Astures y Cántabros, por un lado, y legiones romanas por otro. Solo en la última década del siglo I a. C. el Noroeste parece estar definitivamente pacificado.
Durante los primeros años del nuevo milenio, la anexión de los pueblos sometidos se procesa a un ritmo acelerado. Galaicos y Astures fueron integrados en la Hispania Citerior, dilatada provincia dependiente del propio emperador Augusto. Hispania Citerior tenía capital en Tarraco, en la costa mediterránea (actual
Tarragona). El vasto espacio que se extendía del Mediterráneo al cabo Finisterre, en el Atlántico, estaba dividido en
conventos, territorios que parecen haber tenido una función jurídica y religiosa, en su formación inicial. En el Noroeste existían tres conventos, con sede en tres ciudades: Astúrica Augusta; Lucus Augusti y Bracara Augusta. Los nombres atribuidos a las tres nuevas urbes demuestran la influencia de Augusto en su fundación y en su desarrollo como centros urbanos. A la par de la creación de estas ciudades la integración del Noroeste en el imperio romano, bajo el reinado de Augusto, destacó por la apertura de un conjunto de
vías, por el inicio de la explotación de las inmensas riquezas minerales de los territorios de los galaicos y astures, por la generalización de una economía con nuevos valores y técnicas, en los que se destacan la policultura, el uso do monedas y el aumento de la productividad agrícola, testimoniada por la fundación de villae y
casas rurales.
La política de romanización del Noroeste es continuada bajo los restantes emperadores de la dinastía julio-claudiana: Tibério (14-37 d. C.), Gaio (37-41), Cláudio (41-54) y Nero (54-68). Con el asesinato del último príncipe termina la primera dinastía del imperio romano. En la crisis abierta por la finalización del reinado de Nero, se destaca la intervención del gobernador de Hispania Citerior, Galba, que es aclamado emperador. Galba apenas reinará durante seis meses, ya que es también asesinado. Su ascensión al trono prueba a importancia creciente de Hispania no Imperio Romano.
Para cerrar un breve y conturbado período en que se suceden tres emperadores en poco más de un año, emerge una nueva dinastía fundada por un general de origen humilde, Vespasiano: la de los Flávios. Los textos de autores griegos y latinos, así como los datos arqueológicos, demuestran que bajo el gobierno de los Flávios, Hispania y el Noroeste Peninsular se integran aún más en la civilización
romana. El emperador Vespasiano (69-74) concede el Ius Latius, que permite a determinados indígenas acceder a la ciudadanía romana. Nacen nuevos municipios, y otros centros urbanos se renuevan y expanden. Se constata una intensificación de la actividad minera y un crecimiento global de la economía. En este contexto, se abre una nueva
vía entre Bracara Augusta y Asturica Augusta, "
carretera" que recibe el nombre de VIA NOVA, y que será clasificada en el Itinerario de Antonino como la XVIII.
La VIA NOVA, abierta bajo la dinastía de los Flavios (Vespasiano; Tito; Domiciano), va a dibujar un itinerario diferente entre Bracara Augusta y Asturica Augusta, conectando diversos populi y civitates, de los que hay importantes yacimientos arqueológicos de Aquis Querquennis (en Portoquintela - Bande), Aquis Originis (en Baños de Riocaldo - Lobios) y la propia Vía Nova, de la que existen tramos restaurados y otros tal como los dejó el paso de los siglos, en varios puntos del Ayuntamiento de Lobios.
Se puede considerar que la construcción de la Via Nova fue un nuevo e importante paso en el proceso de romanización del Noroeste Peninsular.
Los primeros siglos de la Edad Media son aún poco conocidos desde la arqueología, salvo hallazgos aislados y dispersos por la comarca. El
medievo en Lobios destacará por el proceso repoblador al que no es ajeno la acción monacal, en especial los benedictinos. Según algunos, en el lugar de A
Cela, nació San Rosendo, obispo y abad, fundador de
monasterios como el de San Salvador de Celanova. Las
ruinas del
monasterio de la Escusalla, son buen ejemplo de la presencia benedictina en el Ayuntamiento de Lobios.
Pero el medievo estará marcado por un hecho que tendrá trascendencia futura para el desarrollo de la comarca: La independencia de
Portugal, que convirtió estas tierras, antaño corazón de Callaecia, en fronteras periféricas, quedando sometidas a los avatares bélicos que a lo largo de la historia las asolaron periódicamente. Resulta salientable lo acontecido con el Couto de Arauxo. Los restos del
castillo derrumbado en 1702 están en Pazos, propiedad de un noble portugués duque de Sinde, que heredó este dominio de los Arauxo, antigua
casa nobiliaria asentada en Lobios desde el siglo XII y que pasarían a Portugal cuando se produjeron las guerras entre Pedro I y Henrique de Trastámara. Después de la Guerra de Sucesión española, el Couto de Arauxo pasará a depender de la Casa de Monterrey.
Sucesivos monarcas, especialmente Felipe II y Felipe IV, concederán importantes privilegios fiscales a los habitantes de estas tierras para, al tiempo de ayudar a sobrellevar las consecuencias de la guerra, poder garantizar su lealtad. Pero los asuntos de estado no fueron quienes de eliminar las tradicionales relaciones de vecindad entre "arraianos". Los viejos
caminos de siempre utilizados para el contrabando, conocerán una intensa actividad en las guerras carlistas, o, más recientemente, en la Guerra Civil española hubo que recurrir a la solidaridad de estos habitantes para ayudar a quien lo necesitaba, sin preguntar cual era la ideología del refugiado.