Son muchos los veranos de la infancia que guardo con un recuerdo especial. El calor en los mediodías. Las viñas cuidadas con esmero y tesón. La aldea y o pazo vigilados por la Iglesia que durante siglos ha permanecido para contar la historia.
La noche caía, tanto daba que fuera Julio o Agosto, y una suave brisa acaricia los campos y se abría paso entre las calles con gente en susbalconadas, y en la fuente, sí la fuente, lugar de encuentro y conversación.
Mucho veria cambiar la aldea con mis ojos, y años y años pasarían hasta que en manos de esa abuela de cabello blanco y ojos azules recuperara el centro de una casa humilde pero perenne me daba la bienvenida. Ni era mía, ni lo sería nunca, pero era la casa de una abuela cuya generosidad sin par era merecedora del máximo cariño y respecto, ese que sólo la buena gente recibe de todos a quienes le conocen. Cierto es que el tiempo era poco, salteado de circunstancias que deben permanecer en el silencio, pero ahora y siempre que sueño en esa aldea recuerdo con cariño esos años de pasto en la montaña, o esas lluvias asustadizas en las montañas.
Las manos siguen vacías, porque así quisieron en estar. El equipaje ligero. El verbo fácil. Y el mundo mi casa, aunque sólo hay dos lugares a los que pertecezca mi corazón, y uno de ellos es Mones, quien me dió la vida y al que algún día, cierto es, volveré para besar esa tierra que en algún momento me vio volver a nacer
Gratitud a la familia, aunque el silencio sea lo justo
La noche caía, tanto daba que fuera Julio o Agosto, y una suave brisa acaricia los campos y se abría paso entre las calles con gente en susbalconadas, y en la fuente, sí la fuente, lugar de encuentro y conversación.
Mucho veria cambiar la aldea con mis ojos, y años y años pasarían hasta que en manos de esa abuela de cabello blanco y ojos azules recuperara el centro de una casa humilde pero perenne me daba la bienvenida. Ni era mía, ni lo sería nunca, pero era la casa de una abuela cuya generosidad sin par era merecedora del máximo cariño y respecto, ese que sólo la buena gente recibe de todos a quienes le conocen. Cierto es que el tiempo era poco, salteado de circunstancias que deben permanecer en el silencio, pero ahora y siempre que sueño en esa aldea recuerdo con cariño esos años de pasto en la montaña, o esas lluvias asustadizas en las montañas.
Las manos siguen vacías, porque así quisieron en estar. El equipaje ligero. El verbo fácil. Y el mundo mi casa, aunque sólo hay dos lugares a los que pertecezca mi corazón, y uno de ellos es Mones, quien me dió la vida y al que algún día, cierto es, volveré para besar esa tierra que en algún momento me vio volver a nacer
Gratitud a la familia, aunque el silencio sea lo justo