SAN MIGUEL DE MONES: Sí, en la aldea era donde pasaba esos buenos momentos...

Sí, en la aldea era donde pasaba esos buenos momentos junto a la abuela María
En aquellos días de lluvia cerrada donde apenas se veía Petín, y las viñas eran cómplices de su destino salía a los caminos, barrizales al fin, donde cual niño travieso no dejaba de mojarme al son chispeante y fuerte de las gotas de agua en su repiquiteo contra la tierra. Olor de tierra mojada, de hierba, de cerezos y castaños, unos pocos aquí y otros muchos marcando el perímetro bastante más antiguo de lo que algunos atisban.
Sí, la abuela María, con sus ojos azules, con mirada cierta y llena de sinceridad. Seguro que aquellos que tuvieron la oportunidad de conocerla y hablar con ella saben de la paz que transmitía y su buen corazón.
Conocer las costumbres, las tradiciones, los principios era más fácil en aquel pueblo que conocí cuando la llegada de la luz llamaba a la puerta, o la televisión era única en todo el pueblo. Muchos años han pasado, pero tampoco tantos.
Vidas llenas de sentido. Abrazar la sencillez unas veces querida otras alcanzada hacia por aquel entonces de ese pueblo un corazón en la ladera montaña.
A veces nos preguntamos sobre las horas pasadas y las personas presentes en los inviernos de la aldea. La vida transita entre montañas, las casas cuentan historias a cientos, pero en muchos casos el silencio es el mejor testigo de un pueblo diferente. El alma de ese pueblo sigue entre sus gentes, diferenciéndoles y haciendo que año tras año la visita, que sea posible, sea un voto a una tierra en la que la noche deja que las horas pasen entre sus ventanas y puertas.
Si, la abuela María había enseñado el camino a muchos de los que vinieron. Quizás por eso, en el silencio de todos años su recuerdo a permanecido vivo en el sielncio