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SAN MIGUEL DE MONES: También recuerdo el tren. En el que tantas veces viaje...

Veo que alguien se ha adelantado.
1 año de silencio. 1 año de ausencia y 1 año para pensar.
Desde una infancia perdida lejos de San Miguel y con el corazón roto por la distancia.
Unos años donde las horas podían hacerse eternas y la comunicación era practicamente inexistente pero los lazos cada año se hacía más fuertes.
Aprendiz de familia y aspirante a un futuro incierto con una vida por delante, así fueron los muchos dias en los que las conversaciones, el pastoreo, los misterios, las alabanzas y las penuriras dejaron huella en mi niñez.
Así una niñez con otra entrelazada. Cubierta de esperanza. Llena de dulzura. Con la comisura de los labios siempre en lo dulce aunque sólo fuera vino y azucar con saber a cielo. Aún recuerdo a nombres con Fidel, o kico, o tantos otros, y otras, ahora tan lejos en el tiempo como en el abrazo.
Un año para comprender y un año para disfrutar de esos recuerdos, buenos y malos, pero al fin los míos que me han hecho fuerte, rebelde y de muy difícil por no decir imposible atadura, como no podrá ser nunca de otra forma
Así crecí por esos prados, castaños, y vinos. En esa libertad que da saber que la tierra esta cerca y que perteneces con toda certeza a ella.
Ahora la tierra es la compañera inseparable de mi pasado, un presente de certezas y un futuro al que, al menos yo, dejaré mejor tierra que la de mis antepasados, porque de ellos aprendí el amor por la tierra de la que provengo, de la que cuido en la distancia pero de forma cierta.
En ese año donde no existe dolor, no existen colores, sino caminos nuevos, unas veces cálidos y otros gélidos, pero en los cuales siempre estoy acompañado.
Entrelazar el pasado lejano, el pasado próximo, el presente y tender la mano al futuro sólo es un arte que está permitido a unos pocos, sin ninguna duda. Quizás ese año ha servido para entenderlo, comprenderlo y asumirlo. Cerrado ese año, es momento de recorrer esas tierras de mis antepasados menos lejanos para preparar el pronto relevo que probablemente se produzca no en mucho tiempo. Tierras que nunca fueron mías y nunca lo serán, como no podría ser de otra forma.
Así pues, agradecer a esa ciudad que abrió un año de cambios, de lejanías y de desencuentros definitivos e irreparables, pero que también abrió ese camino que para cada uno de nosotros nos abren y en el que nos acompañan aquellos para los que siempre fuimos importantes.
No es casual que una de las vistas que más interiorizadas tengo pertenezcan, sin duda alguna, a esos atardeceres de estío bajo los castaños mirando a petín. Esos son los momentos con los cuales celebro ese año no desde la nostalgia sino desde la vida que cada día que lo recuerdo me traslada y me llena. Sin olvidar como atravesaba el tren el valle. Ese tren símbolo de la vida que pasa
Vendrán muchos años, seguro, pero sólo el primero es que el tiende la mano abierta con la llave del pasado al futuro, y en ese momento debes decidir si tomas el relevo o rehuyes

También recuerdo el tren. En el que tantas veces viaje y el que las noches se llenaban de ruidos que invitaban a soñar. A Rua de petin