¿tienes una panadería?

SAN MIGUEL DE MONES: La primera construcción encontraban antes de entrar...

La primera construcción encontraban antes de entrar al pueblo, tras la bajada de Campelo era el garaje y la bodega. En las viejas escaleras de aquella bodegas, en las tardes de ese verano de 1976 pasaba las horas con los cuadernos de música mientras el pueblo dormía. Soñaba entonces con la llegada de la merienda de la abuela María, o a veces con las salidas a caballo de alguno de mis tíos. Las tardes camino do Pazo a buscar la leche casa de mis tías y primos. Así recuerdo aquellas casa, lugares. Sulfatar las viñas, recoger patatas, o tomates, judías, y comprar el pescado que por aquel entonces llegaba, al principio un día a la semana y después hasta dos. Por aquellos años podíamos comprar las Ogazas del pan en el mismo pueblo. Los domingos eran de cartas, dominó, y tele club. La luz había llegado a casa hacía poco y el agua se recogía para todo en la fuente. Aquel era el pueblo en el que me críe y en el que aprendí amar la tierra, la naturaleza.
Durante años la gente de ese pueblo me enseñó como eran, como vivían y me recibían con cordialidad, aunque como siempre estaba fuera de lugar, como después ocurriría durante toda mi vida. Nunca me han identificado con ninguna parte, y sien embargo siempre he encontrado en mi casa.
las costumbres, los festejos y la vida social propia de cada lugar y en este caso de San Miguel no permanecieron extraños y así en los pocos años que todvía tenía por aquel entones intenté entender como esas mismas costumbres hacían que el estómago se me encogiera y mi mundo se desvanecieera al descubrir lo que en mi plato me encontraba como máximo exponente de respeto y cariño. Aquello, la primera vez, me cortó el alma y mee dejó casi sin respiración. Pasarían michos años para que pudiera entender esa forma de proceder en las fiestas. Era un extraño en mi propia casa y con mi propia familia. Durante unos días a lo que más había llegado a querer en el mundo por elección tenía un trágico final. Así fue como aprendí a repsetar los pueblos y las tradiciones. Hoy es hoy que escucho los estertores previos al final. Mi abuela María me enseñaba como era esa vida y el máximo exponente del cariño. Lo he logrado entender, pero nunca lo podrá compartir. Ahora pasada casi toda mi vida, me parece más lejos.
Dar un paseo al anochecer con la bicicleta, aquellas de los pueblos de los años 70 era impresionante, ni tan siquiera de la mejos portura podías llegar al suelo. Y las caídas se sucedían hasta que te levantabas y cada día con mas y más velocidad recogías las bajadas. Aquellos añso 70 coincidíamos muchos en el pueblo. Pocos sabían de los días tan intesos pero los medioídas ganados erean horas viviedas. Y los anocheceres soñados una forma más rápida de conocer el mundo.
Allí no llegaba ni a los ocho años descubrí por primera vez los trajes negros que visitaban los lugares. Y así es como la casa de la abuela María, o la casa de O Pazo me descubrieron los secretos más bien guardados de ese pueblo, que a partir de ese momento fue mí en sus raíces, en su esencia.
De aquellos años podría llenarse una lista de niños, otros jóvenes y muchas famlias. Un San Miguel del cual hoy no queda casi nada.
A buen seguro que muchos podrían hablar de esos años, y sería maravilloso que hacía lo hicieran. No sólo para recordar los buenos momentos, sino los duros momentos de la emigración, de la marcha de cada y de esos miles de retornos en los veranos para disfrutar de la familia.
Mi abuela María, con sus manos temblorosos y sus ojos azules como nunca he visto me enseñó de la bonanza, la fé, y el enorme Amor por la vida. Posiblemente si me estuviera viendo con una sonrisa tan sencilla y llena como tendría diría aquello de Meu neniño que quieres, porque si algo fui y seré es un baúl de recuerdos, una enciclopeida de sentimientos y un cofre de vida de mis antepasados que dejaré a mis sucesores tal como durante siglos a hecho mi familia.
Seguro que en estos momentos hay más de uno que sabe quién soy, o lo vislumbra, pero la gran sorpresa es que conozco ese San Miguel que casi nadie conoce porque escuché a sus gentes, las miré, vi sus corazones, entendía de sus pensamientos y posiblemnente les dí lo que no se esperaban la incomprensión, porque era inexcrutable, impredediclbe y diferente.
Existía y existe una gota de agua de la cual se podría que hay identidad pero mucho más joven y quedó truncada por avatares de la vida. Compartimos abuela y compartimos San Miguel, pero los antípodas nos separaron del poco tiempo que podimos comapartir. Hay que sabe leer sabe que nos unía algo muy especial, la música. A través de ella me habló del pueblo, de su famlia, de su vida, de sus problemas y sus inquietudes. Así es como aprendí en Mones, a componer, a valorar el tiemmpo, el silencio, el olor a campo y estiércol. Esa era la verdad, a la que pertencía y la que volveré, pero ahora con las manos vacías y sin que en el futuro que nada absolutamente nada de lo que la tierra no haya dispuesto para siempre. ASí fueron esas primeras composiciones, recordando la fuenta del pueblo, o el camino de la Iglesia, o las moras de finales de los meses de Agosto o las cerezas de casa Francisco. Y con esto termino, pocos de los lectores o de los que lean en el futuro podrían soñar que podría escribir horas y horas de este pueblo y de sus gentes, cuando muchas de ellas ni saben quien soy, ni como me llamo, pero lo que si es seguro es que ese pueblo es el mío, el de mi familia, y el de la gente que lo hizo grande para enpeuqeñecer ahora.
Gracias a todos