Escribir este párrafo un día como hoy, es especial. Tanto para mi como para la gran mayoría de mi familia.
Todas las casas y las familias tiene sus tesoros de historia. De la mía poco sé porque nunca me fue narrado, y eso en sí mismo ya quiere decir mucho.
Una semana excepcional donde el silencio ha sido roto de forma continuada sin conocerse el porqué. Hoy, finalmente lo adiviné.
Un jueves especial, y de máximo esplendor ya ha pasado y ese día es el que abre un horizonte a los que hoy son herederos de ese tesoro. Una sonrisa se desprende de la comisura de los labios. Finalmente podré pisar la casa de mis abuelos, la tierra de mis antepasados y dar aquellos abrazos, hoy al vacío debido a las ausencias desde ese balcón natural sobre Petín y A Rua que es San Miguel de Mones.
Todos los tesoros tienen propietario, y el esta familia también lo tiene. Conozco a sus titulares.
Ir ligero de equipaje en esas tierras, y viendo a sus mayores, y recorriendo esas casas que lo fueron en algún momento escribiré el segundo capítulo de mi libro titulado de Moscú a San Miguel que narra la historia del recorrido a través de la mirada al cielo de la Vía Lactea. De momento alli no existen propiedades.
Ahora, en Junio, a mi llegada en las noches de San Miguel me envolveré y saldré al Monte para que hablen esas estrellas de lo infinito con el que soñé tantas veces estando allí.
Se que hay mucha más gente que quiere San Miguel, pero son pocos los que a sus estrellas le dan tanta importancia.
Ser titular de un tesoro te hace partícipe de la guarda y te ancla en un momento cierto para el futuro.
Dejó atrás ese Tesoro porque ir ligero de viaje me permitirá escribir el tercer capítulo de mi libro para el cual empiezo a recoger notas. De San Miguel a Nueva York, la ciudad donde me encuentro.
En los meses de estió el pueblo como todos los años tendrá otro color, otro calor y otra vida. Es entonces donde soy asuente seguro porque la intensidad de la vida se aleja entre tanta algarabía temporal.
Busco esas construcciones, esos establos y esas casas de las que ya poco queda. De esas tomaré notas para escribir, probablmente uno de los mejores capítulos de mi nuevo libro, al que todavía no he puesto título pero que habla de un niño de San Miguel que viajó a través de los ojos de todos y cada uno de los pobladores de Mones. Y como no podía ser de otra forma no estará nunca descrito en el libro. Es una tentación, pero el viernes de este año hace imposible que esto ocurra. No hay herencia, no hay tesoro, pero si vida, el único bagaje nuevo que cada día tomo prestado hasta el siguiente, con la esperanza que siempre quede uno más
Todas las casas y las familias tiene sus tesoros de historia. De la mía poco sé porque nunca me fue narrado, y eso en sí mismo ya quiere decir mucho.
Una semana excepcional donde el silencio ha sido roto de forma continuada sin conocerse el porqué. Hoy, finalmente lo adiviné.
Un jueves especial, y de máximo esplendor ya ha pasado y ese día es el que abre un horizonte a los que hoy son herederos de ese tesoro. Una sonrisa se desprende de la comisura de los labios. Finalmente podré pisar la casa de mis abuelos, la tierra de mis antepasados y dar aquellos abrazos, hoy al vacío debido a las ausencias desde ese balcón natural sobre Petín y A Rua que es San Miguel de Mones.
Todos los tesoros tienen propietario, y el esta familia también lo tiene. Conozco a sus titulares.
Ir ligero de equipaje en esas tierras, y viendo a sus mayores, y recorriendo esas casas que lo fueron en algún momento escribiré el segundo capítulo de mi libro titulado de Moscú a San Miguel que narra la historia del recorrido a través de la mirada al cielo de la Vía Lactea. De momento alli no existen propiedades.
Ahora, en Junio, a mi llegada en las noches de San Miguel me envolveré y saldré al Monte para que hablen esas estrellas de lo infinito con el que soñé tantas veces estando allí.
Se que hay mucha más gente que quiere San Miguel, pero son pocos los que a sus estrellas le dan tanta importancia.
Ser titular de un tesoro te hace partícipe de la guarda y te ancla en un momento cierto para el futuro.
Dejó atrás ese Tesoro porque ir ligero de viaje me permitirá escribir el tercer capítulo de mi libro para el cual empiezo a recoger notas. De San Miguel a Nueva York, la ciudad donde me encuentro.
En los meses de estió el pueblo como todos los años tendrá otro color, otro calor y otra vida. Es entonces donde soy asuente seguro porque la intensidad de la vida se aleja entre tanta algarabía temporal.
Busco esas construcciones, esos establos y esas casas de las que ya poco queda. De esas tomaré notas para escribir, probablmente uno de los mejores capítulos de mi nuevo libro, al que todavía no he puesto título pero que habla de un niño de San Miguel que viajó a través de los ojos de todos y cada uno de los pobladores de Mones. Y como no podía ser de otra forma no estará nunca descrito en el libro. Es una tentación, pero el viernes de este año hace imposible que esto ocurra. No hay herencia, no hay tesoro, pero si vida, el único bagaje nuevo que cada día tomo prestado hasta el siguiente, con la esperanza que siempre quede uno más
La vista desde el balcón deja entrever la aldeano