Recorrí las cercanías del pueblo de San Miguel de Mones.
No tengo ligamen con él, pero al pasar entre sus casas he sentido un vuelco en el corazón como si adivinara el agua que fluye entre las raíces de sus montañas.
Camino a Fontelas pensaba en la vida de aquellas gentes a principios del pasado siglo. No dejaba de sorprenderme como han cambiado los pueblos, sus accesos y muchas veces parte de sus creencias ligadas a la modernidad, de la cual poco sé, también por mi lejanía en años, que conservo día a día con la esperanza de seguir disfrutando de mis nietos.
Mis ojos permanecen abiertos cuando volviendo a subir hacia San Miguel descubrí esos senderos antes llamados caminos. En cada uno de ellos seguro que hay miles de historias que se conservan entre sus piedras y entre las entrañas de se tierra que me da fuerza en cada paso que doy en ella.
A mi edad esas sensaciones huérfanas y de historia familiar por ser yo la cabecera de la historia permiten llorar con esa inocencia que recoge en algunas circunstancias la infancia.
Cerrada como un regalo se ocultan esos años prontos donde con cariño embebemos de los mejores recuerdos. Ahora paso frente a la Iglesia de San Miguel donde recuerdo la primera televisio´n con los mayores y los niños agolpados a sus puertas. Donde los paseos entre aldea o Pazo a las horas nocturnas me descubrieron los encantados de esa mi Galicia amada que siempre llevo en mi corazón. La madre tierra, las mujeres de esas contradas y las familias en torno a la figura de los mayores vuelven a mi estos días donde mi mayor edad escasamente conserva la vida, la memoria no siempre atina y que sólo el sentimiento de lo próximo se transmite con claridad.
Esas noches oscuras, cuya intensidad de negrura se alineaban con las estrellas y las lunas. Esas noches donde la quietud asomaba en todas las casas de San Miguel en mis cortos pasos entre casas adiviné un mundo infinito que sólo es posible ser visto desde la inocencia de la niñez no perturbada, que pronto encuentra su fin.
Desde aquellos días, que fueron escasos y ceñidos a los inviernos y la casi vida entera transcurrida hasta estas letras la vida me ha dado lo mejor, me ha enseñado el ciclo de la naturaleza y he entendido como trabajar la tierra, cuidar de sus animales, respetar a los suyos y abrazar a los que lo necesitan es lo que me he llevado de esa niñez de una Galicia recorrida, amada y recordada desde las Fontelas a pie de San Miguel de Mones.
Algunos evocan años de infancia con la máxima alegría, yo recuerdo San Miguel, no porque me queda familia, sino porque no quedándome ninguna ligazón con ese pueblo en la actualidad, antaño medio la comprensión de los valores y principios que pasan de generación en generación y pueden hacer libres a un pueblo y a sus gentes y ayudan a sobrelleva los mejores momentos.
Ahora dese Petín miro a San Miguel de Mones y de retiro a Quiroga soñaré con la Ruta Sacra, la que me vio nacer y a la que volveré en mis días postreros
Fue en este mismo mes, cuando la negrura cubrió el cielo que permanecería durante años, pero el aprendizaje de tanto años mirando las estrellas me sirvió para orientarme incluso en la oscuridad porque el tiempo nos da la brújula interior que nos guía en los momentos más difíciles. Desde esta vista de San Miguel de Mones sé que muchas cosas le pueden pasar a un pueblo durante su historia, pero un pueblo vive en sus gentes y por eso su esencia perdurará allá donde están sus gentes, en el caso de San Miguel de Mones en muchos lugares del mundo.
Con el negro uno aprende a vivir, con cada nueva estrella que se deja ver sueña con el cielo estrellado de los veranos. Ahora en mi vejez, bastante solitaria al fin, la intensidad de lo bueno se abraza y la vivencia de lo malo se asume con la capacidad de generar lo bueno, porque he aprendido que la buena gente puede tornar lo negativo en positivo, eso sí desde el silencio Este es el tributo de los pensamientos de mi andares por tierras de Valdeorras, Petín, San Miguel de Mones y otros tantos pueblos. Pero hoy día 14 de Octubre de 2020 en especial a San Miguel de Mones y las estrellas que desde allí se divisan en la noche. Hoy mis cielos son azules, rosáceos, pero ya no recuerdo el negro porque mis ojos ya no tienen capacidad para verlo, no queda ni un espacio para la negrura, así puedo disfrutar de mi corta vista con lo mejor que me brinda la noche y las sorpresas que me de para el día. Sigo soñando con aquellas meriendas de pan, vino y azúcar en medio de la montaña con los rebaños
No tengo ligamen con él, pero al pasar entre sus casas he sentido un vuelco en el corazón como si adivinara el agua que fluye entre las raíces de sus montañas.
Camino a Fontelas pensaba en la vida de aquellas gentes a principios del pasado siglo. No dejaba de sorprenderme como han cambiado los pueblos, sus accesos y muchas veces parte de sus creencias ligadas a la modernidad, de la cual poco sé, también por mi lejanía en años, que conservo día a día con la esperanza de seguir disfrutando de mis nietos.
Mis ojos permanecen abiertos cuando volviendo a subir hacia San Miguel descubrí esos senderos antes llamados caminos. En cada uno de ellos seguro que hay miles de historias que se conservan entre sus piedras y entre las entrañas de se tierra que me da fuerza en cada paso que doy en ella.
A mi edad esas sensaciones huérfanas y de historia familiar por ser yo la cabecera de la historia permiten llorar con esa inocencia que recoge en algunas circunstancias la infancia.
Cerrada como un regalo se ocultan esos años prontos donde con cariño embebemos de los mejores recuerdos. Ahora paso frente a la Iglesia de San Miguel donde recuerdo la primera televisio´n con los mayores y los niños agolpados a sus puertas. Donde los paseos entre aldea o Pazo a las horas nocturnas me descubrieron los encantados de esa mi Galicia amada que siempre llevo en mi corazón. La madre tierra, las mujeres de esas contradas y las familias en torno a la figura de los mayores vuelven a mi estos días donde mi mayor edad escasamente conserva la vida, la memoria no siempre atina y que sólo el sentimiento de lo próximo se transmite con claridad.
Esas noches oscuras, cuya intensidad de negrura se alineaban con las estrellas y las lunas. Esas noches donde la quietud asomaba en todas las casas de San Miguel en mis cortos pasos entre casas adiviné un mundo infinito que sólo es posible ser visto desde la inocencia de la niñez no perturbada, que pronto encuentra su fin.
Desde aquellos días, que fueron escasos y ceñidos a los inviernos y la casi vida entera transcurrida hasta estas letras la vida me ha dado lo mejor, me ha enseñado el ciclo de la naturaleza y he entendido como trabajar la tierra, cuidar de sus animales, respetar a los suyos y abrazar a los que lo necesitan es lo que me he llevado de esa niñez de una Galicia recorrida, amada y recordada desde las Fontelas a pie de San Miguel de Mones.
Algunos evocan años de infancia con la máxima alegría, yo recuerdo San Miguel, no porque me queda familia, sino porque no quedándome ninguna ligazón con ese pueblo en la actualidad, antaño medio la comprensión de los valores y principios que pasan de generación en generación y pueden hacer libres a un pueblo y a sus gentes y ayudan a sobrelleva los mejores momentos.
Ahora dese Petín miro a San Miguel de Mones y de retiro a Quiroga soñaré con la Ruta Sacra, la que me vio nacer y a la que volveré en mis días postreros
Fue en este mismo mes, cuando la negrura cubrió el cielo que permanecería durante años, pero el aprendizaje de tanto años mirando las estrellas me sirvió para orientarme incluso en la oscuridad porque el tiempo nos da la brújula interior que nos guía en los momentos más difíciles. Desde esta vista de San Miguel de Mones sé que muchas cosas le pueden pasar a un pueblo durante su historia, pero un pueblo vive en sus gentes y por eso su esencia perdurará allá donde están sus gentes, en el caso de San Miguel de Mones en muchos lugares del mundo.
Con el negro uno aprende a vivir, con cada nueva estrella que se deja ver sueña con el cielo estrellado de los veranos. Ahora en mi vejez, bastante solitaria al fin, la intensidad de lo bueno se abraza y la vivencia de lo malo se asume con la capacidad de generar lo bueno, porque he aprendido que la buena gente puede tornar lo negativo en positivo, eso sí desde el silencio Este es el tributo de los pensamientos de mi andares por tierras de Valdeorras, Petín, San Miguel de Mones y otros tantos pueblos. Pero hoy día 14 de Octubre de 2020 en especial a San Miguel de Mones y las estrellas que desde allí se divisan en la noche. Hoy mis cielos son azules, rosáceos, pero ya no recuerdo el negro porque mis ojos ya no tienen capacidad para verlo, no queda ni un espacio para la negrura, así puedo disfrutar de mi corta vista con lo mejor que me brinda la noche y las sorpresas que me de para el día. Sigo soñando con aquellas meriendas de pan, vino y azúcar en medio de la montaña con los rebaños