Estoy sentando mirando suavemente como el valle desvanece en una luz envolvente. La montaña ante mi, los castaños a ambos lados y al dorso me escoltan dejando el camino de Sampaio tantas veces recorridos. Aún mis ojos ven a los hombre colocando la gravilla por el camino en los años 70. Esos domingo de calor sofocante antes de la misa de doce.
Hoy el pueblo muestra sus calles en esa desnudez gélida que hable de su memoria de sus gentes pasadas y de unas vidas de continuidad que pendían el tiempo como el alma vuela libre en estos lares un día de 19 de octubre de 2021. Ya pasan pocos trenes que paren en la estación, pero recuerdo aquellos tiempos que mientras el Sol caía esperaba que pasaban los tres con origen de Madrid o ha primeras horas de la mañana soñaba con otros trenes que hablaban de unas tierras desconcidas para mi en las que me contaron una vez que se hablaban otras lenguas.
He pasado por O Pazo y he visto tantas casos que los miles de recuerdos que me traen son tantos que mi alma quiere descansar por tiempo entre esas piedras, esas hideras, esas plantas, y esos barros. Durante siglos ese pueblo que ha sido el mío otros tantos años respiraba por el Pazo por la Aldea y la marcha de sus gentes unas veces forzadas por la necesidad otras por el espíritu aventurero hacian que sus gentes ante la lumbre de la noche recordara aquellos ausentes haciendo que los vientos y el frío fueron la voz viva de tantos recuerdos, de tantos lejanos.
Hoy veo el valle, Petín a mi izquierda, la Rúa en frente y la montaña que mis ojos acaricia llena de pueblots otras veces visitados en fiestas.
De la aldea a O Pazo dejo la iglesia bajando y una emoción íntima me invade al saber de las horas y los júbilos pasados por la mismas. Festividades, bodas, comuniones,..... y algunos días teñidos del color de la cuaresma llegados anticipados-
Ese, el San Miguel que recuerdo todavía sin agua corriente, sin luz y desnudo. Con los días turnados para sacer las cabezas de ganado o las horas de riego distribuidas me han hecho de cmprendier qe ese microcosmos tan sencillo y quicás tan lejano me estba mostrando ante sí miles de soluciones o apliables a situacions de una enorme complejidad.
Esos recuerdos, esa imagen íntima y personal de un Mones que es el mío por haber sido vivido y que no puede ser compartido por su mirada única cincelada entre miles de viajes me ha permitido acudir nuevamente a visitarlo no por añoranza, al saber de su desnudez, sino para enriquecerme a traves de la soledad más esperanzadora y el vacio de sus rincones y calles. Asllí las piedras hablan, sus gentes susurran la vida sin miedo a ser enjuiciados y allí en el silencio dela atardecer y mientras lanoche me envuelve recojo los olores de ese año que me llevan a sus horas últimas y ciertas a disfrutar de esas estrellas que hoy son parte de mi trabajo y que me llevan a ese universo que una vez soñe y que hoy estudie durante horas y años esperando que ese azul sin continuidad que hoy mire desde la aldea y O pazo se el mismo que un día pueda abrazar un nuevo sueño, en ese caso no para Mones (Sta María o San Miguel) de Mones, sino para un puente más infinito, más grande y más necesario para las generaciones que hoy empiezan a andar y las cuales probablemne no veré en su edad madura.
Esa esperanza, parte de mi trabajo se confirma aquí en la soledad, como no puede ser de ninguna otra forma para aquellos que creemos en la naturaleza de las pequeñas cosas y únicas
Hoy el pueblo muestra sus calles en esa desnudez gélida que hable de su memoria de sus gentes pasadas y de unas vidas de continuidad que pendían el tiempo como el alma vuela libre en estos lares un día de 19 de octubre de 2021. Ya pasan pocos trenes que paren en la estación, pero recuerdo aquellos tiempos que mientras el Sol caía esperaba que pasaban los tres con origen de Madrid o ha primeras horas de la mañana soñaba con otros trenes que hablaban de unas tierras desconcidas para mi en las que me contaron una vez que se hablaban otras lenguas.
He pasado por O Pazo y he visto tantas casos que los miles de recuerdos que me traen son tantos que mi alma quiere descansar por tiempo entre esas piedras, esas hideras, esas plantas, y esos barros. Durante siglos ese pueblo que ha sido el mío otros tantos años respiraba por el Pazo por la Aldea y la marcha de sus gentes unas veces forzadas por la necesidad otras por el espíritu aventurero hacian que sus gentes ante la lumbre de la noche recordara aquellos ausentes haciendo que los vientos y el frío fueron la voz viva de tantos recuerdos, de tantos lejanos.
Hoy veo el valle, Petín a mi izquierda, la Rúa en frente y la montaña que mis ojos acaricia llena de pueblots otras veces visitados en fiestas.
De la aldea a O Pazo dejo la iglesia bajando y una emoción íntima me invade al saber de las horas y los júbilos pasados por la mismas. Festividades, bodas, comuniones,..... y algunos días teñidos del color de la cuaresma llegados anticipados-
Ese, el San Miguel que recuerdo todavía sin agua corriente, sin luz y desnudo. Con los días turnados para sacer las cabezas de ganado o las horas de riego distribuidas me han hecho de cmprendier qe ese microcosmos tan sencillo y quicás tan lejano me estba mostrando ante sí miles de soluciones o apliables a situacions de una enorme complejidad.
Esos recuerdos, esa imagen íntima y personal de un Mones que es el mío por haber sido vivido y que no puede ser compartido por su mirada única cincelada entre miles de viajes me ha permitido acudir nuevamente a visitarlo no por añoranza, al saber de su desnudez, sino para enriquecerme a traves de la soledad más esperanzadora y el vacio de sus rincones y calles. Asllí las piedras hablan, sus gentes susurran la vida sin miedo a ser enjuiciados y allí en el silencio dela atardecer y mientras lanoche me envuelve recojo los olores de ese año que me llevan a sus horas últimas y ciertas a disfrutar de esas estrellas que hoy son parte de mi trabajo y que me llevan a ese universo que una vez soñe y que hoy estudie durante horas y años esperando que ese azul sin continuidad que hoy mire desde la aldea y O pazo se el mismo que un día pueda abrazar un nuevo sueño, en ese caso no para Mones (Sta María o San Miguel) de Mones, sino para un puente más infinito, más grande y más necesario para las generaciones que hoy empiezan a andar y las cuales probablemne no veré en su edad madura.
Esa esperanza, parte de mi trabajo se confirma aquí en la soledad, como no puede ser de ninguna otra forma para aquellos que creemos en la naturaleza de las pequeñas cosas y únicas