Lo más bonito de todo y a pesar de la morriña arraigada en mi alma, es que ahora la
casa en mia, pero la distancia impide en cierto modo echarle una mano para mantener
piedra sobre piedra, teja sobre teja y ver todavía la
esquina tiznada de humo y restos de ceniza en donde la lumbre baja me daba calor de niño. Si nosotros vivimos para morir, para acabar en polvo... dejemos que la
naturaleza obre a su conciencia y sabiduría, quizás un día veamos sobre esas
ruínas una bella mansión aunque sea para
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