Allá al sur de
Galicia y de
Orense provincia, limítrofe con la frontera portuguesa y bañado por el
río Támega, está situado el
valle de Monterrey, presidido por el
castillo del mismo nombre y situado en ambas orillas del mencionado río, a las cuales une un
puente construido por los
romanos sobre los años 75 ó 79 de nuestra era, bajo el reinado del emperador Vespasiano, que ya fue reconstruido por culpa de alguna riada, perdiendo su forma original de ángulo obtuso, está la hermosa villa de
Verín y se cree que esa fue la fecha de su construcción, ya que en el año 79 se edificó el puente de Chaves, con la mano de obra de los Aquiflavienses, Aobrigenses, Querquernos, Celerinos, Equesios, Límicos, Interanmicos, Nebisocis, y Bíblicos ya estaba en pie el de Verín.
No se conoce el origen de su nombre, ni de su fundación, son muchas las conjeturas que hay con relación al mismo, todas muy dispares.
No sabemos con exactitud de donde proviene en nombre de Verín se menciona a Viriniano, de la
familia de Teodosio caudillo de los Equeos en las invasiones bárbaras.
También el Cronicón Beronguense atribuye la fundación a Nazuzardán, que fue capitán de Nabucodonosor el Grande, en el año 2000 antes de
Cristo, lo que resulta bastante hipotético. Por último diremos también, que su fundación se cree que fue debida a Viriato In Verín natus y existe una
calle en la parte antigua de la villa dedicada a Viriato.
Las primeras noticias sobre el nombre de Verín son en el apeo y demarcación en el año 950 durante el reinado de Ramiro II. Y a instancias de
San Rosendo entre los términos de San Félix y
Santa María de Trudilde (hoy Verín), Villaza, Albarellos y
Queizás. La villa fue poblada en el año 872 en el valle de o Baroncelle, hoy
Pazos en las faldas del castillo de Monterrey que fue la cabecera del valle, debido a la cantidad de Pazos que había en zona.
En el año 988 se hace otro apeo a petición de San Rosendo y por orden de Ramiro II, alegando que se habían cambiado los marcos, de sus propiedades, ya que había cambiado al rey, la villa de Turgia, en
León, por la de San Félix de Varoncelli y los marcos redondos se habían colocado mal, en el lugar del Lagar Vello da Aspera, cerca del
camino de Monterrey.
En aquella época aparece llamándose Santa María de Trudilde propiedad de la Condesa Trudildi o Trudili, hija del Conde Don Rodrigo, viuda del caballero Velasco de Ruderiz, hermana de Dñª. Onega y del obispo de Iría Flavia Don Pelagio Rodríguez, que había sido monje de Celanova y su término lindaba con las comarcas de: Capraria, Fredimendi, Abedes, Saquetina, Regaulfos y San Félix de Pazos o Varoncelli, y dicha condesa ordenó poner
piedras en las demarcaciones o divisiones de los
pueblos antes mencionados.
En el año 1.293 vuelve hacer un apeo D. Payo Gómez, por orden del Rey D. Sancho, a petición del Abad de Celanova D. Juan Pérez.
El 27 de agosto de 1.294, después de muchos pleitos, entre el
monasterio y el castro de Varoncelli, intervino el papa y el rey, dándole la razón a Monterrey, el monasterio perdía la jurisdicción sobre el castillo, pero sí la mantenía sobre Verín y Mijòs.
Los lugares o pueblos de Fredamundi y Saquetina, desconocemos su emplazamiento y el motivo de su desaparición, como también el lugar de Zacois, que según se cree estaba al sur de Pazos, en el sitio hoy denominado O Toxal.
En el año 1.490 también vino un monje Fray Juan Blanco, para comprobar, si Monterrey era término de Mijós, donde había un monasterio que pertenecía al de Celanova y que D. Diego López de Zuñiga, había hecho el castillo en un descuido del Abad de Celanova
En
la era medieval la supremacía era poseída por Monterrey, con su fortaleza y castillo en donde tenía su morada los condes del mismo nombre, hasta la guerra de la Independencia en el año 1.809 que el castillo fue escenario de las más famosas históricas acciones.
Estos señores feudales, eran dueños de cuanto les rodeaba y poseían las haciendas y vidas de todos sus vasallos, como también gozaban del derecho de pernada, que consistía en el privilegio de dormir la primer
noche con la novia el día de su
boda.
Esta zona fue poblada por el Rey D. Enrique II y con posterioridad también lo fue por D. Alfonso VII, su antecesor D. Alfonso II, que fue coronado rey muy
joven en Santiago de Compostela en 1.111, pero no reinó hasta 1.135, fue reconocida su soberanía sobre el Reino de Galicia en el tratado de Tuy, por D. Alfonso Enríquez, Conde de Lusitania, que destronó a su madre la Reina Dñª. Teresa y se proclamó rey, de
Portugal, como Alfonso I.
El castillo se amuralló desde los años 1.120 al 1.140 y a ello les obligó el portugués Don Alfonso Enríquez, hijo de la reina Teresa, y que no daba descanso a los habitantes de las
torres, ya que luchaba constantemente y sin tregua para adueñares de la fortificación que estaba sin terminar.
En el año 1.369 después de tener el castillo sitiado por espacio de varios meses se rindió a D. Fernando de Castro que era partidario del monarca portugués.
Se montó en el castillo la primera imprenta de Galicia y en ella se imprimió el famoso Misal Auriense en el año 1.494.
Tres semanas estuvo en el castillo el Rey Don Pedro I el Cruel y ello fue debido al miedo cuando se enteró de que su hermanastro D. Enrique de Trastamara, acompañado del aventurero inglés Bertránd Du Guesclin, capitán de las compañías blancas, se había proclamado Rey de Castilla a su llegada a Calahorra.
Don Pedro, que era hijo de Dñª. María de Portugal cruzó el país lusitano sin problemas y llegó al castillo por Verín el día 5 de junio de 1.366 venía acompañado por más de diez mil soldados, estuvo en el castillo cuatro semanas, celebró consejo y conferenció con sus confidentes: Mateo Fernández y Juan Diente El Ballestero que asesinó a don Fadrique
En el mismo castillo se fraguó la muerte del arzobispo de Santiago don Suero Gómez de
Toledo que su asesinato se hizo al regresar de la
procesión de
corpus.
El tal aventurero, tres años más tarde en 1.369, fue el causante de la muerte del rey al darles la vuelta, cuando luchaba cuerpo a cuerpo en los
campos de Montiel, estando D. Pedro por encima dijo: Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor. J. Carlos