Se cree que el castro tuvo una ocupación continua entre los siglos I a. C. y II d. C. y a partir de ese momento vivió un proceso de abandono. En el emplazamiento castrexo podemos ver las construcciones circulares propias de un castro y también un
museo, dos
Via Crucis de los siglos XVII y XX y la
Ermita de
Santa Trega. Pero además es un
mirador espectacular hacia el Miño y hacia
Portugal, por lo que sus antiguos pobladores no sólo disfrutaban de la defensa que el
pueblo amurallado les proporcionaba, si no también de una panorámica privilegiada.