Podrás pasear entre los restos de esos
edificios y darte cuenta de cómo estaban organizados: en grupos formados por diferentes viviendas y almacenes que compartían un
patio común. Caminarás por las
calles que separaban los
barrios y, si te fijas, podrás ver los restos de los
canales y aljibes usados para almacenar el
agua. Si tienes mucha imaginación, podrás “ver” el castro como se lo encontraron los
romanos hace más de 2.000 años. Al lado de la
puerta sur, te encontrarás con el “cuncheiro”, donde se acumulaban los desperdicios.