En el siglo XII se construyó una
ermita dedicada a
Santa Tecla –de ahí el nombre–. Durante los años de la Peste Negra, los fieles de la comarca pidieron su mediación a la santa. En 1355, tras varios días de ayuno y penitencia, la
lluvia alivió su sufrimiento. Los fieles, agradecidos, peregrinaron hasta el
santuario.