Pareciera que ya está, que ya has visto
Combarro, pero por muchas veces que vayas te quedarás con ganas de más. Ganas de recorrer de nuevo sus laberínticas
calles, de admirar sus
casas de
piedra y sus balconadas de madera; de saborear mejillones en alguna de sus escondidas tabernas y de acercarte a la
Galicia marinera de las Rías Baixas, que se nutre de
agua dulce y salada y deja huella en el corazón de quien la visita.