Un
pueblo maravilloso, un descubrimiento meterse por sus
calles y dar a parar al
mar. Sus gentes son también encantadoras, portadores de su magia. La crema de orujo, ¡la mejor! y las risas de las meigas evocar mi recuerdo de su
piedra.
Comer en el
restaurante "Entre Pedras" fue un lujazo.