Los
molinos del Folón y del Picón (en gallego: muíños do Folón e do Picón) son un grupo de 60 molinos en
cascada, documentados ya en el siglo XVIII. Son un legado característico del rico patrimonio etnográfico de la comarca del Bajo Miño y como tal han sido declarados Bienes de Interés Cultural por la Junta de
Galicia.
Los 60 molinos se encuentran divididos en dos tramos que reciben dos nombres diferenciados:
Los molinos del Folón: 36 construcciones en la vertiente del
río Folón.
Los molinos del Picón: 24 edificaciones en la vertiente del río Picón.
Dentro de los diferentes tipos de molinos existentes, se pueden clasificar como molinos de rodezno o de rueda motriz horizontal, y dentro de estos, en los molinos del Folón y del Picón podemos encontrar tanto molinos de
canal (normalmente cubierta en el tramo más inclinado), en los que el
agua desemboca justamente en el infierno donde está situado el rodezno; y molinos de cubo o de
pozo, que se pueden observar en los tramos con más pendiente de la ruta, donde se almacenaba el agua en los cubos de los molinos superiores e de allí una vez que el
molino ya la usara, pasaba al siguiente y así sucesivamente.
La mayoría de ellos tienen una estructura de dos plantas. La inferior es en la que se encuentra la maquinaria sobre la que actúa la fuerza del agua. La planta superior es donde se encuentran las muelas de
piedra con las que se muele el grano.
Los molinos más antiguos datan de principios del siglo XVIII, aunque también los hay del siglo XIX. Los más antiguos son los molinos número 11 y 17, datados respectivamente en 1702 y en 1715. Los dinteles, jambas, umbrales y paredes (tanto interiores como exteriores) incluyen numerosos signos de cantero y de los sucesivos propietarios. Entre las marcas y
señales existentes, destacan las
cruces, que seguramente tendrían una posible función de protección y, al mismo tiempo, delimitadora de la propiedad. Además estas cruces se suelen acompañar de inscripciones u otras marcas, como en el molino número 4, en el que la
cruz se acompaña de la leyenda Ave, o del número 21 en el que la cruz se acompaña de un cáliz.
Todos están construidas con piedra y en pendiente junto al río para aprovechar la fuerza motriz del agua. De ellos salía la harina de maíz, pero también la de centeno o la de trigo para el consumo familiar. En el exterior algunos de los molinos se conservan
pilas que fueron usadas como
abrevaderos y comederos de animales, como es el caso del molino número 5 (que además tiene un cobertizo para las caballerías) o el número 23.
Hoy en día, existe una ruta de senderismo señalada con posibilidad de hacer visitas guiadas gratuitas con el fin de ver y entender el funcionamiento de los molinos.
Septiembre del 2018 por Jose Ramon.