Cuando el tiempo era extremo, el
ayuntamiento tenía por
costumbre convocar a la población para sacar en
procesión a la patrona de la villa, Nuestra Señora de la O, desde la desaparecida
iglesia de
San Bartolomé el Viejo hasta
Santa Clara, donde se realizaba una novena en su honor con las limosnas recibidas. Ese hábito de agasajar a la imagen con limosnas en especie se convirtió con el tiempo en una especie de norma. Normalmente se regalaban una o varias docenas de huevos a las monjas clarisas cada vez que se procuraba un día soleado, sobre todo con motivo de una
boda.