El fértil
valle del Miño y sus magníficas condiciones naturales permitieron acoger en el territorio tudense asentamientos humanos desde los tiempos más remotos. Se conservan vestigios de época paleolítica (20.000 a. C.) en las
terrazas fluviales de los
ríos Miño y Louro, de época neolítica (5.000 a. C.) como el hacha de Carrasqueira (
Páramos) o
monumentos megalíticos (Anta – Areas).