Es posible imaginar, allá por sus primeros días, cómo los canónigos de la
Catedral podían sentir la protección y el cobijo que la fuerte y sólida estructura pétrea de la
fábrica les proporcionaba. En dicha sala tenían lugar los “capítulos”, es decir, las
reuniones de los canónigos para deliberar determinadas cuestiones relacionadas con sus menesteres, y, seguramente, el espacio fuese concebido en determinados momentos también como lugar de meditación y estudio, a modo de aula.