Hoy en día cuesta imaginar que durante años y años, para ser más exactos durante siglos, la tela estuviera expuesta en las
puertas de las
iglesias. Lógicamente no era la misma prenda, que se estropeaba con el paso del tiempo, sino que se hacían réplicas. De esta manera se lograba señalar a las
familias que en su estirpe tenían un sambenito, lo que suponía por generaciones deshonra y vergüenza.