Familia Bustamante- Misiones. Argentina
Mi padre, César Morales, médico titular de Espejo (Álava), tuvo una relación personal muy frecuente con Juan Bustamante de profesión zapatero en este mismo pueblo, sin que ello fuera en perjuicio de otras actividades que éste atendía con criterios deportivos.
El médico servía a más de doscientas familias de Villanañe, Villamaderne, Bellogín, Tuesta, Alcedo, Bachicabo, Barrio y Espejo. Y se servía de un caballo que atendía por “Lirio”.
“Lirio”, inteligente y diplomático, era el pretexto y el lazo de estas relaciones entre médico y zapatero. El equino era de Juan y se lo alquilaba al médico para recorrer los pueblos de su demarcación.. Esto sucedía en las primeras décadas del siglo XX. El tal caballo, rara vez galopaba -se le hacía fatigoso-. Comportamiento inteligente. Y era diplomático por cómo guardaba las distancias con otros bichos de su jurisdicción; por ejemplo con los buitres, que ya les contaré.
A Juan y al médico, así como al “Lirio”, les sentó como un pedrisco la gripe de 1918; y si salieron indemnes pudo ser por milagro. En España los afectados cayeron como chinches. La noticia cundió hasta el extremo de que en otras naciones de Europa la enfermedad se denominó “gripe española”. En esto influyeron también las ganas de cargar los muertos sobre los europeos más panolis del continente, o sea los españoles (aunque ellos crean todo lo contrario).
Pero cuando verdaderamente se compenetraron César y Juan fue al confeccionar un impermeable -ideal para jinetes y caballerías y solución definitiva contra las inclemencias de cualquier temporal- con los patrones propiedad de un sastre del lejano oeste americano, que luego veríamos en algunas películas de vaqueros. Estos patrones llegaron a manos del médico cuando compró la silla y el atalaje caballar a un mílite español que había peleado en Cuba y se hizo -no sabemos cómo- con todo el equipo, patrones incluidos.
Para confeccionar el impermeable sirvieron como nunca los conocimientos zapateriles de J. Bustamante, acostumbrado al corte, cosido e impermeabilización del cuero; y aunque en el caso del impermeable partieron de una lona tupida, resultaron muy útiles algunas de las técnicas curtimbres y tratamientos aplicados en la confección de zapatos.
La prenda, constaba de dos partes: una ceñida al cuerpo y otra -a modo de gran esclavina- que hacía de capa y tapaba al jinete y la grupa del animal. Tuvo su éxito y algunos jinetes del valle se interesaron por ella. Se desanimaban al saber su precio.
Mi padre, César Morales, médico titular de Espejo (Álava), tuvo una relación personal muy frecuente con Juan Bustamante de profesión zapatero en este mismo pueblo, sin que ello fuera en perjuicio de otras actividades que éste atendía con criterios deportivos.
El médico servía a más de doscientas familias de Villanañe, Villamaderne, Bellogín, Tuesta, Alcedo, Bachicabo, Barrio y Espejo. Y se servía de un caballo que atendía por “Lirio”.
“Lirio”, inteligente y diplomático, era el pretexto y el lazo de estas relaciones entre médico y zapatero. El equino era de Juan y se lo alquilaba al médico para recorrer los pueblos de su demarcación.. Esto sucedía en las primeras décadas del siglo XX. El tal caballo, rara vez galopaba -se le hacía fatigoso-. Comportamiento inteligente. Y era diplomático por cómo guardaba las distancias con otros bichos de su jurisdicción; por ejemplo con los buitres, que ya les contaré.
A Juan y al médico, así como al “Lirio”, les sentó como un pedrisco la gripe de 1918; y si salieron indemnes pudo ser por milagro. En España los afectados cayeron como chinches. La noticia cundió hasta el extremo de que en otras naciones de Europa la enfermedad se denominó “gripe española”. En esto influyeron también las ganas de cargar los muertos sobre los europeos más panolis del continente, o sea los españoles (aunque ellos crean todo lo contrario).
Pero cuando verdaderamente se compenetraron César y Juan fue al confeccionar un impermeable -ideal para jinetes y caballerías y solución definitiva contra las inclemencias de cualquier temporal- con los patrones propiedad de un sastre del lejano oeste americano, que luego veríamos en algunas películas de vaqueros. Estos patrones llegaron a manos del médico cuando compró la silla y el atalaje caballar a un mílite español que había peleado en Cuba y se hizo -no sabemos cómo- con todo el equipo, patrones incluidos.
Para confeccionar el impermeable sirvieron como nunca los conocimientos zapateriles de J. Bustamante, acostumbrado al corte, cosido e impermeabilización del cuero; y aunque en el caso del impermeable partieron de una lona tupida, resultaron muy útiles algunas de las técnicas curtimbres y tratamientos aplicados en la confección de zapatos.
La prenda, constaba de dos partes: una ceñida al cuerpo y otra -a modo de gran esclavina- que hacía de capa y tapaba al jinete y la grupa del animal. Tuvo su éxito y algunos jinetes del valle se interesaron por ella. Se desanimaban al saber su precio.