CORRESPONDENCIA BUSTAMANTE 4
Espejo es un pueblecillo alavés que a principios del siglo XX contaba trescientos habitantes, ocupantes de unos sesenta hogares; un promedio de cinco personas por casa. Ha disminuido la población y hoy serán unos doscientos cuarenta los que allí están censados aunque, durante los inviernos, una parte de ellos viven a caballo entre la ciudad y el pueblo.
La carretera, que desde el siglo XVIII, era una vía de comunicación directa entre Bilbao, en la costa cantábrica, y Madrid, en el centro de España, daba vida y un carácter especial a este pueblo. Cuado en el conjunto de España el índice de analfabetismo rondaba el setenta por ciento de la población, en Espejo no alcanzaba el dos por ciento. Por esta razón a pueblo tan pequeño llegaban una docena de diarios, por los años treinta del siglo XX. Uno de estos periódicos lo adquiría Juan, y otros el cura párroco, el médico y en la fonda de los Lafuente; este último pasaba de mano en mano porque, en aquella casa, donde llegaban a encontrarse las que entonces se conocían como “fuerzas vivas” del pueblo, mantenían casi a diario un pulso debate sobre las cuestiones político sociales que estaban en candelero.
Mi padre recibía el “Ya”, de Madrid, que era social cristiano. Juan Bustamante, estaba subscrito a “La Libertad”, editada en Vitoria, liberal republicana. Los Lafuente adquirían “La Gaceta del Norte” de Bilbao, católica. Esta diversidad desaparecería tras la guerra civil del 36. Entonces, J. Bustamante dejó de comprar la prensa diaria; además de estar controlada, mermaron las hojas impresas y por tato el papel. Bustamante, con cada hoja del diario hacía una pella que introducía en el calzado reparado para mantenerlo terso. Y por supuesto todos los diarios se usaban –eran tiempos difíciles-, como papel higiénico; no estaba España para eludir reciclajes.
Como ya conocía las aficiones republicanas de J. Bustamante, le pegunté antes de las elecciones del 36:
- ¿A quién va a votar usted?, señor Juan.
Contestó sin dudarlo:
- A las derechas
- Pero ¿cómo? ¿No es usted republicano?
- Votaré a las derechas que hoy gobiernan, y sé lo que digo
- ¿Por qué?
- Porque los que ya están, habrán robado todo lo que tenían proyectado. Y los nuevos tienen que empezar.
Bustamante acertó en sus previsiones.
Espejo es un pueblecillo alavés que a principios del siglo XX contaba trescientos habitantes, ocupantes de unos sesenta hogares; un promedio de cinco personas por casa. Ha disminuido la población y hoy serán unos doscientos cuarenta los que allí están censados aunque, durante los inviernos, una parte de ellos viven a caballo entre la ciudad y el pueblo.
La carretera, que desde el siglo XVIII, era una vía de comunicación directa entre Bilbao, en la costa cantábrica, y Madrid, en el centro de España, daba vida y un carácter especial a este pueblo. Cuado en el conjunto de España el índice de analfabetismo rondaba el setenta por ciento de la población, en Espejo no alcanzaba el dos por ciento. Por esta razón a pueblo tan pequeño llegaban una docena de diarios, por los años treinta del siglo XX. Uno de estos periódicos lo adquiría Juan, y otros el cura párroco, el médico y en la fonda de los Lafuente; este último pasaba de mano en mano porque, en aquella casa, donde llegaban a encontrarse las que entonces se conocían como “fuerzas vivas” del pueblo, mantenían casi a diario un pulso debate sobre las cuestiones político sociales que estaban en candelero.
Mi padre recibía el “Ya”, de Madrid, que era social cristiano. Juan Bustamante, estaba subscrito a “La Libertad”, editada en Vitoria, liberal republicana. Los Lafuente adquirían “La Gaceta del Norte” de Bilbao, católica. Esta diversidad desaparecería tras la guerra civil del 36. Entonces, J. Bustamante dejó de comprar la prensa diaria; además de estar controlada, mermaron las hojas impresas y por tato el papel. Bustamante, con cada hoja del diario hacía una pella que introducía en el calzado reparado para mantenerlo terso. Y por supuesto todos los diarios se usaban –eran tiempos difíciles-, como papel higiénico; no estaba España para eludir reciclajes.
Como ya conocía las aficiones republicanas de J. Bustamante, le pegunté antes de las elecciones del 36:
- ¿A quién va a votar usted?, señor Juan.
Contestó sin dudarlo:
- A las derechas
- Pero ¿cómo? ¿No es usted republicano?
- Votaré a las derechas que hoy gobiernan, y sé lo que digo
- ¿Por qué?
- Porque los que ya están, habrán robado todo lo que tenían proyectado. Y los nuevos tienen que empezar.
Bustamante acertó en sus previsiones.