Santa Águeda, 5 de febrero.
Oyón en el tercer cuarto del siglo XX.
Según el martirologio de Santa Águeda se señala que fue hija de noble familia siciliana, consagró su virginidad al Señor. Tuvo que resistir las impúdicas insinuaciones del gobernador Quinciano, quien, no pudiendo vencerla con halagos, apeló a la violencia. Mandó que le fuesen arrancados los pechos y que su cuerpo fuese arrastrado sobre cristales y ascuas de fuego. Murió en Catania (Italia) el año 251.
A esta Santa la tenemos en la iglesia parroquial de Oyón en el retablo de Nuestra Señora del Rosario, en el primer cuerpo sobre las imágenes de los extremos medallones ovales, con Santa Lucía y Santa Catalina (a la izquierda) y Santa Apolonia y Santa Águeda (a la derecha).
Tradición antiquísima como ahora veremos: Don Antonio Aguado Rojas, obispo de Pamplona, expide un decreto el 17 de octubre de 1790 prohibiendo, la festividad de Santa Águeda.
“... habiendo llegado a entender, no con poco dolor de nuestro corazón, las graves irregularidades y desórdenes que se ejecutan en el santo templo de Dios por la inconsideración de los mozos, que, vestidos de sobrepelliz, se entrometen a ejercer el oficio de acólitos no sólo en la Nochebuena al tiempo de la misa del gallo, sino también el día de la gloriosa Santa Águeda, durante la misa solemne que por encargo suyo canta el cabildo, y que se repiten las mismas irreverencias y desacatos la tarde del día de Santa Águeda con motivo de llevar su imagen en procesión por las calles con guitarras, no pudiendo desentendernos de la obligación de poner el competente remedio en semejantes actos, por lo que se les incorporar de profanos, en conocido desprecio de las sagradas ceremonias de la Iglesia, ruina espiritual de las almas y del servicio del Señor: Mandamos al vicario, beneficiados y demás presbíteros de esta villa, que bajo pena de suspensión ipso facto incurenda no celebren, ni permitan celebrar en adelante el día de Santa Águeda, ni en otro alguno la misa, que hasta aquí se ha acostumbrado decir, y a la que han concurrido los mozos en la forma que va expresada y prohibiendo como prohibimos la procesión del día de la santa, mandamos bajo la misma pena a los eclesiásticos que por consiguiente no consientan de modo alguno se saque su imagen, ni que en su presencia hagan los mozos en aquél día con pretexto de devoción acto alguno o que no sea puramente religioso y honesto ”.
Volviendo al tercer cuarto del siglo XX diremos que: los actos protocolarios de la fiesta de los quintos daba comienzo a mediados de marzo, “el día de la talla”, los mozos que cumplían la edad militar debían personarse en sus respectivos ayuntamientos a fin de ser medidos, pesados y superar un reconocimiento médico. Concluido el obligatorio trámite recorrían las calles y bares bebiendo. El día del sorteo solía ser a principios de noviembre, ni que de decir tiene que los mozos estaban pendientes del teléfono para saber cada uno donde le había tocado cumplir la mili, para unos era día de alegría, pero aquellos que tenían que salir fuera de España era de un dolor profundo.
Pero la fiesta de los quintos solía llamarse de “despedida de los quintos” que al año siguiente harían el servicio militar, eran celebradas por aquellos quintos nacidos en el mismo año. En aquellos años, en la víspera de Santa Águeda, ya anochecido daba comienzo la fiesta. Unos cuantos quintos subían a la torre a tañer las campanas, un toque tradicional, anunciando con un ruido ensordecedor de campanas y estruendos de cohetes y bombas, a todo el vecindario que la “despedida de quintos” acababa de comenzar.
Los quintos acompañados de las quintas lo celebraban por haber nacido todos el mismo año, pero los quintos podían invitar cada uno a una moza que no fuera quinta; en la víspera después de cenar, se invitaba a los próximos quintos a tomar café, copa, puro y también al baile.
El día de Santa Águeda, en primer lugar, se acudía a misa a rezar a la santa patrona, ataviados los quintos /as e invitadas con bellos pañuelos de seda encima de los hombros. A la salida de la iglesia los quintos hacían dos grupos, unos llevaban la Santa y se dedicaban a pedir dinero por las casas, establecimientos y bares, etc., otros, con dos caballos, a los que adosaban en la frente y en la cola unos roscos de pan y dulces atados con unos lazos de colores, se dedicaban a recoger huevos, chorizos, etc., todo era muy bien acogido.
Los quintos corrían con todos los gastos y las quintas compraban los puros, el anís y el coñac, y hacían el vestido de la Santa, que, al finalizar, las quintas lo sorteaban para quedarse el vestido en propiedad. Todos estos actos, como la comida y cena, música, cohetes, etc., se hacen siempre mirando la economía de los quintos, lo mismo que los días de celebración, podían ser tres como toda la semana según la climatología reinante. No olvidemos que en el tercer cuarto del siglo XX, prácticamente en Oyón había muy poquita industria y, ello favorecía el estar más días de fiesta y ser estas complacientes en dar permisos si algún operario se viese en necesidad de pedirlo.
Es hermoso recordar aquella copla de los quintos:
“Ya se van los quintos, madre,
ya se va mi corazón.
Ya se va quien me miraba,
y tiraba chinas a mi balcón”.
O aquella otra:
“Las muchachas de este pueblo/ ya no se pueden casar, porque el rey llama a los mozos / al servicio militar”.
La ley de prestación del servicio militar obligatorio, queda abolida a partir del 31 de diciembre de 2001.
Hoy día esta celebración desde hace un par de años no se celebra, ya no tiene razón de ser y es lógico, no tiene sentido ni razón de ser, cuando ya no se realiza el servicio militar obligatorio. Cordiales saludos, Manolo Glz Pastor.
Oyón en el tercer cuarto del siglo XX.
Según el martirologio de Santa Águeda se señala que fue hija de noble familia siciliana, consagró su virginidad al Señor. Tuvo que resistir las impúdicas insinuaciones del gobernador Quinciano, quien, no pudiendo vencerla con halagos, apeló a la violencia. Mandó que le fuesen arrancados los pechos y que su cuerpo fuese arrastrado sobre cristales y ascuas de fuego. Murió en Catania (Italia) el año 251.
A esta Santa la tenemos en la iglesia parroquial de Oyón en el retablo de Nuestra Señora del Rosario, en el primer cuerpo sobre las imágenes de los extremos medallones ovales, con Santa Lucía y Santa Catalina (a la izquierda) y Santa Apolonia y Santa Águeda (a la derecha).
Tradición antiquísima como ahora veremos: Don Antonio Aguado Rojas, obispo de Pamplona, expide un decreto el 17 de octubre de 1790 prohibiendo, la festividad de Santa Águeda.
“... habiendo llegado a entender, no con poco dolor de nuestro corazón, las graves irregularidades y desórdenes que se ejecutan en el santo templo de Dios por la inconsideración de los mozos, que, vestidos de sobrepelliz, se entrometen a ejercer el oficio de acólitos no sólo en la Nochebuena al tiempo de la misa del gallo, sino también el día de la gloriosa Santa Águeda, durante la misa solemne que por encargo suyo canta el cabildo, y que se repiten las mismas irreverencias y desacatos la tarde del día de Santa Águeda con motivo de llevar su imagen en procesión por las calles con guitarras, no pudiendo desentendernos de la obligación de poner el competente remedio en semejantes actos, por lo que se les incorporar de profanos, en conocido desprecio de las sagradas ceremonias de la Iglesia, ruina espiritual de las almas y del servicio del Señor: Mandamos al vicario, beneficiados y demás presbíteros de esta villa, que bajo pena de suspensión ipso facto incurenda no celebren, ni permitan celebrar en adelante el día de Santa Águeda, ni en otro alguno la misa, que hasta aquí se ha acostumbrado decir, y a la que han concurrido los mozos en la forma que va expresada y prohibiendo como prohibimos la procesión del día de la santa, mandamos bajo la misma pena a los eclesiásticos que por consiguiente no consientan de modo alguno se saque su imagen, ni que en su presencia hagan los mozos en aquél día con pretexto de devoción acto alguno o que no sea puramente religioso y honesto ”.
Volviendo al tercer cuarto del siglo XX diremos que: los actos protocolarios de la fiesta de los quintos daba comienzo a mediados de marzo, “el día de la talla”, los mozos que cumplían la edad militar debían personarse en sus respectivos ayuntamientos a fin de ser medidos, pesados y superar un reconocimiento médico. Concluido el obligatorio trámite recorrían las calles y bares bebiendo. El día del sorteo solía ser a principios de noviembre, ni que de decir tiene que los mozos estaban pendientes del teléfono para saber cada uno donde le había tocado cumplir la mili, para unos era día de alegría, pero aquellos que tenían que salir fuera de España era de un dolor profundo.
Pero la fiesta de los quintos solía llamarse de “despedida de los quintos” que al año siguiente harían el servicio militar, eran celebradas por aquellos quintos nacidos en el mismo año. En aquellos años, en la víspera de Santa Águeda, ya anochecido daba comienzo la fiesta. Unos cuantos quintos subían a la torre a tañer las campanas, un toque tradicional, anunciando con un ruido ensordecedor de campanas y estruendos de cohetes y bombas, a todo el vecindario que la “despedida de quintos” acababa de comenzar.
Los quintos acompañados de las quintas lo celebraban por haber nacido todos el mismo año, pero los quintos podían invitar cada uno a una moza que no fuera quinta; en la víspera después de cenar, se invitaba a los próximos quintos a tomar café, copa, puro y también al baile.
El día de Santa Águeda, en primer lugar, se acudía a misa a rezar a la santa patrona, ataviados los quintos /as e invitadas con bellos pañuelos de seda encima de los hombros. A la salida de la iglesia los quintos hacían dos grupos, unos llevaban la Santa y se dedicaban a pedir dinero por las casas, establecimientos y bares, etc., otros, con dos caballos, a los que adosaban en la frente y en la cola unos roscos de pan y dulces atados con unos lazos de colores, se dedicaban a recoger huevos, chorizos, etc., todo era muy bien acogido.
Los quintos corrían con todos los gastos y las quintas compraban los puros, el anís y el coñac, y hacían el vestido de la Santa, que, al finalizar, las quintas lo sorteaban para quedarse el vestido en propiedad. Todos estos actos, como la comida y cena, música, cohetes, etc., se hacen siempre mirando la economía de los quintos, lo mismo que los días de celebración, podían ser tres como toda la semana según la climatología reinante. No olvidemos que en el tercer cuarto del siglo XX, prácticamente en Oyón había muy poquita industria y, ello favorecía el estar más días de fiesta y ser estas complacientes en dar permisos si algún operario se viese en necesidad de pedirlo.
Es hermoso recordar aquella copla de los quintos:
“Ya se van los quintos, madre,
ya se va mi corazón.
Ya se va quien me miraba,
y tiraba chinas a mi balcón”.
O aquella otra:
“Las muchachas de este pueblo/ ya no se pueden casar, porque el rey llama a los mozos / al servicio militar”.
La ley de prestación del servicio militar obligatorio, queda abolida a partir del 31 de diciembre de 2001.
Hoy día esta celebración desde hace un par de años no se celebra, ya no tiene razón de ser y es lógico, no tiene sentido ni razón de ser, cuando ya no se realiza el servicio militar obligatorio. Cordiales saludos, Manolo Glz Pastor.