Y después de estar un gran rato por el monte de Santa María, deleitándose con las vistas que se pueden apreciar desde allí arriba, ya no quedaba mas remedie que emprender la vuelta para su casa, pero ya esta vez por carretera asfaltada como Dios manda, porque la pobre mujer ya estaba cansa de andar entre piedras y matojos, así que era hora de hacer que los pies descansaran, por que por esos andurriales los pies sufren hasta lo indecible, pero al ser tan jóvenes ni lo notan, se llevaban esa gran satisfacción de ver lo que otros no podemos ver si no vamos en un coche, y me refiero a la situación en que se encuentran las viñas con sus racimos ya preparados para que el tiempo pase sin ningún contratiempo y crezcan hasta la medida en que empiezan a madurar, y también viendo esos sembrados con sus espigas maravillosas verdes y con sus granos bien prietos que pronto llegara el momento en que ellas mismas empiecen a amarillear para dentro de un tiempo anden por esas carreteras las cosechadoras que obraran el milagro de la recogida de esos cereales que servirán para hacer nuestro pan de cada comida,