¡AY AQUELLAS ABUELITAS!
¡Ay aquellas abuelitas!
cuanto me acuerdo de ellas,
trabajadoras, honradas,
y duras como las piedras.
Siempre estaban trabajando
en la casa y en la huerta,
ayudando a las vecinas
sin cerrar nunca la puerta.
Por la tarde con el fresco
en la puerta se sentaban,
en el suelo de la calle
“silla no necesitaban”.
Se ponían a hacer cuerdas
para algunos menesteres,
o a desgranar el maíz,
un corrillo de mujeres.
Y contando sus historias
se les pasaba la tarde,
¡Me voy que viene mi hombre!
y al llegá querrá lavarse.
Le pondré la palangana
con agua bien calentita,
que se la tengo en la lumbre
en las “llares” colgadita.
Y con el jabón que hicimos
que tan blanco nos salió
de aquel aceite ya usado,
con la sosa, y el limón.
Y cuando ya se ha lavado
y también se repeinó,
parece el galán que hacía
“Lo que el viento se llevó”
Pa. Sa. Ma.
¡Ay aquellas abuelitas!
cuanto me acuerdo de ellas,
trabajadoras, honradas,
y duras como las piedras.
Siempre estaban trabajando
en la casa y en la huerta,
ayudando a las vecinas
sin cerrar nunca la puerta.
Por la tarde con el fresco
en la puerta se sentaban,
en el suelo de la calle
“silla no necesitaban”.
Se ponían a hacer cuerdas
para algunos menesteres,
o a desgranar el maíz,
un corrillo de mujeres.
Y contando sus historias
se les pasaba la tarde,
¡Me voy que viene mi hombre!
y al llegá querrá lavarse.
Le pondré la palangana
con agua bien calentita,
que se la tengo en la lumbre
en las “llares” colgadita.
Y con el jabón que hicimos
que tan blanco nos salió
de aquel aceite ya usado,
con la sosa, y el limón.
Y cuando ya se ha lavado
y también se repeinó,
parece el galán que hacía
“Lo que el viento se llevó”
Pa. Sa. Ma.