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VITORIA: érase una vez una niña que veraneaba en un pueblo de...

érase una vez una niña que veraneaba en un pueblo de la España profunda.
Dicha señorita conoció allí a un chico algo mayor que ella, un poco golfillo, que la hacía mucho llorar.
Sabía que él la quería a su manera pero a ella eso no le bastaba y cansada de esperar decidió no volver a aquel pueblecito por no sufrir más de amor.

Con el tiempo ella buscó su gran amor en una ciudad grande, se enamoró. Y tuvo un niño.

Con los años, muchos años, aquella chica y su antiguo amor se volvieron a encontrar; y él, aquel golfillo que no la quería, ahora se moría de amor por ella. Y es que el destino es así de injusto y caprichoso; dos personas que se habían perdido el rastro, volvieron encontrarse demasiado tarde.
Lo cierto es que nunca dejaron de buscarse. Y quien busca, encuentra.

Se reencontraron tres veces en poco tiempo pero fue en el último encuentro cuando fueron conscientes de que esa situación era insostenible. Los sentimientos brotaban por los poros de la piel, por las lágrimas, por sus sonrisas cómplices, por cada caricia y cada beso... E hicieron el amor una y otra vez como si de esa forma quisieran recuperar el tiempo perdido.

La última vez que hicieron el amor, él permanecía con su cuerpo desnudo sobre el de ella manteniendo los ojos cerrados como si no quisiera perderse nada, como si de ese modo pudiese sentirla mucho más. Y mientras se mecía sobre ella, le cantaba la misma canción que le cantaba cuando era una niña. LLoraban los dos emocionados, de alegría, llenos de sensaciones inexplicables, sensaciones que solo ellos dos pueden entender. Se dieron el abrazo más largo que jamás se habían dado y fue entonces cuando ella sintió que el cuerpo de él temblaba y tuvo la terrible sensación de que no habría una próxima vez.

La segunda parte, como alguien me dijo, la conocemos todos.