VITORIA: Ayer te noté triste cuando me pedías que te disculpase...

Ayer te noté triste cuando me pedías que te disculpase por haberme dicho algunas cosas de las que luego te arrepentiste. Por favor, no vuelvas a pedirme perdón, no tengo nada que perdonarte. A veces las ganas de volver a estar juntos hace que digamos cosas que posiblemente ni siquiera sentimos. Nos dejamos llevar por la impaciencia y eso es algo comprensible que no voy a recriminarte; más bien te lo agradezco. Tus palabras y tu insistencia son un reflejo de todo lo que sientes por mí, un sincero y gran amor que me colma de felicidad. Pero si te quedas más tranquilo, perdonado. Tienes mi bendición.

Y no te preocupes, volveremos a vernos. Nos vimos hace poco aunque a nosotros nos parezca una eternidad.
No dudes nunca de lo que yo siento, todo lo que estás pasando tú yo también lo padezco en mis propias carnes. Intento sobrellevar tu ausencia, las ganas de clavar mi mirada en la tuya, el ansia de volver a besarte, el anhelo de sentir mi cuerpo rodeado por tus brazos tibios y acogedores, el deseo de desnudarte poquito a poco, de recorrer milímetro a milímetro tu piel y aprenderme tu cuerpo de memoria.
Nunca dudes de mí, de lo mucho que te quiero, de todo lo que significas. Pero como tú dices, las palabras se las lleva el viento. Por eso, cuando nos veamos, creo que no me resultará necesario decirte nada; sencillamente te lo demostraré. Además entre nosotros ¿qué falta hacen las palabras? Somos dos desconocidos que se conocen demasiado, ¿no crees? Y no has cambiado nada; nada de nada. Continúas siendo el mismo chico que se guardaba dentro todas sus cositas, sus pensamientos y sus sentimientos. El mismo chiquillo listo, astuto, audaz, alegre, extrovertido pero con un punto de introversión que nadie conoce, misterioso para tus cosas. Sensible y apasionado, soñador pero realista y sí, bastante intuitivo y perspicaz, fascinante por dentro y por fuera, con un mundo interior mucho más rico e interesante de lo que nadie sabe. Das la apariencia de ser un enigma y, de repente, me pareces un libro abierto. Un hombre enigmático, fantástico, a quien tuve un día la suerte de conocer. Un hombre que sin duda ha influido en mi vida más de lo que yo esperaba. Un hombre del cual me siento completamente orgullosa.

Ojalá seas tú quien no cambie nunca. Así es como siempre te querré. J*.