AQUEL JOVEN SOÑABA CON VASCONGADAS
Aquel joven de quince años, soñaba con Vascongadas, le habían hablado de sus minas de hierro, y de sus altos Hornos, en la Ribera del Nervión, y sin pensarlo demasiado, comento a sus padres, estoy dispuesto a marcharme para allí, para poder empezar una nueva vida. Aquellas palabras en el hogar donde vivía, sonaban a la dura inmigración, que algunos llamaban emigración, de los años 1950, donde muchas personas de las zonas rurales, las abandonaban, para poder iniciar una vida en las ciudades, o pueblos grandes industrializados. Todo parecía lo más normal, en aquellos lugares donde el paro, era la noticia diaria, y las economías se veían arruinadas. Sin dudarlo demasiado, en aquellos días un pariente no muy lejano del joven, había venido a su lugar de nacimiento, para recoger papeles de sus hijos, nacidos en aquel lugar de la Castilla Profunda. El joven aquel, enseguida cogió su maleta de madera, y con su familiar inicio el camino de las Vascongadas, el tren tardaría en los cerca de trescientos kilómetros, unas seis horas largas, pero al final llegó a Bilbao, y desde allí en un autobús se dirigió a Baracaldo, donde tenía a un amigo de su niñez, con el que se escribía, y este amigo, le dio alojamiento en su propio domicilio. No tardo mucho tiempo en encontrar trabajo, a pesar de sus quince años, ya que entro a trabajar de camarero en una cafetería, en el centro de esa población, que entonces era un continuo, lugar de inmigrantes de todas partes, que llegaban buscando una vida mejor, que la que habían vivido en sus lugares de origen. Baracaldo era una población, cómo dirían algunas personas, con derecho a cocina, ya que eran muchos los pisos que se alquilaban por habitaciones, y su Plaza de Los Fueros, el lugar de encuentro de muchos de aquellos recién venidos. Yo mismo tuve la suerte de estar allí, con mis paisanos, y saber cómo discurría la vida, entre aquellos hornos donde el fuego se veía por sus chimeneas, eran los años de 1968, cuando conocí todo el contorno, de aquel lugar, con sus fundiciones, y su hierba que sí no llovía en pocos días, el polvo de las fabricas la ponía de color gris. Así y todo tuve la suerte de recorrer la mayoría de los pueblos de la provincia de Vizcaya, y acercarme hasta Tolosa de Guipúzcoa, visitando San Sebastián. Pero volviendo aquel joven, su vida en el entorno de Baracaldo, fue de poder subir económicamente, ya que montó su propio negocio, y fue uno de los inmigrantes con mayor suerte, sus padres con el tiempo, se marcharon a vivir en esas tierras, donde jamás de jóvenes habían pensado terminar sus días, y que allí descansan, cerca del Barrio de San Vicente, en el cementerio de Baracaldo. Lugar donde muchos paisanos míos, tienen su última morada, y lugar de residencia en su futuro. Descansen en paz todos los que tuvieron que alejarse de su tierra, para poder sentirse útiles a la sociedad, y tener una economía más saludable, y a veces sin olvidarse nunca de sus raíces, que aún que tuvieran que decir adiós a su tierra llorando, tenían recuerdos de su niñez e infancia, que los guardaban en su memoria, sin olvidarse de ellos. Aquellos terribles años, de escasez de alimentos, y muchas veces de la economía, pasando apuros de todas clases, para poder seguir adelante, y muchas familias que tuvieron que mal vender su ganado, y propiedades, para salir a buscar una nueva vida, en donde el trabajo entonces parecía estar mejor pagado. Muchas familias de la Profunda Castilla, tienen sus recuerdos en mente, sin poder olvidar aquellas fechas, que marcaron a muchas personas. Un saludo desde Madrid,
G X Cantalapiedra.
Aquel joven de quince años, soñaba con Vascongadas, le habían hablado de sus minas de hierro, y de sus altos Hornos, en la Ribera del Nervión, y sin pensarlo demasiado, comento a sus padres, estoy dispuesto a marcharme para allí, para poder empezar una nueva vida. Aquellas palabras en el hogar donde vivía, sonaban a la dura inmigración, que algunos llamaban emigración, de los años 1950, donde muchas personas de las zonas rurales, las abandonaban, para poder iniciar una vida en las ciudades, o pueblos grandes industrializados. Todo parecía lo más normal, en aquellos lugares donde el paro, era la noticia diaria, y las economías se veían arruinadas. Sin dudarlo demasiado, en aquellos días un pariente no muy lejano del joven, había venido a su lugar de nacimiento, para recoger papeles de sus hijos, nacidos en aquel lugar de la Castilla Profunda. El joven aquel, enseguida cogió su maleta de madera, y con su familiar inicio el camino de las Vascongadas, el tren tardaría en los cerca de trescientos kilómetros, unas seis horas largas, pero al final llegó a Bilbao, y desde allí en un autobús se dirigió a Baracaldo, donde tenía a un amigo de su niñez, con el que se escribía, y este amigo, le dio alojamiento en su propio domicilio. No tardo mucho tiempo en encontrar trabajo, a pesar de sus quince años, ya que entro a trabajar de camarero en una cafetería, en el centro de esa población, que entonces era un continuo, lugar de inmigrantes de todas partes, que llegaban buscando una vida mejor, que la que habían vivido en sus lugares de origen. Baracaldo era una población, cómo dirían algunas personas, con derecho a cocina, ya que eran muchos los pisos que se alquilaban por habitaciones, y su Plaza de Los Fueros, el lugar de encuentro de muchos de aquellos recién venidos. Yo mismo tuve la suerte de estar allí, con mis paisanos, y saber cómo discurría la vida, entre aquellos hornos donde el fuego se veía por sus chimeneas, eran los años de 1968, cuando conocí todo el contorno, de aquel lugar, con sus fundiciones, y su hierba que sí no llovía en pocos días, el polvo de las fabricas la ponía de color gris. Así y todo tuve la suerte de recorrer la mayoría de los pueblos de la provincia de Vizcaya, y acercarme hasta Tolosa de Guipúzcoa, visitando San Sebastián. Pero volviendo aquel joven, su vida en el entorno de Baracaldo, fue de poder subir económicamente, ya que montó su propio negocio, y fue uno de los inmigrantes con mayor suerte, sus padres con el tiempo, se marcharon a vivir en esas tierras, donde jamás de jóvenes habían pensado terminar sus días, y que allí descansan, cerca del Barrio de San Vicente, en el cementerio de Baracaldo. Lugar donde muchos paisanos míos, tienen su última morada, y lugar de residencia en su futuro. Descansen en paz todos los que tuvieron que alejarse de su tierra, para poder sentirse útiles a la sociedad, y tener una economía más saludable, y a veces sin olvidarse nunca de sus raíces, que aún que tuvieran que decir adiós a su tierra llorando, tenían recuerdos de su niñez e infancia, que los guardaban en su memoria, sin olvidarse de ellos. Aquellos terribles años, de escasez de alimentos, y muchas veces de la economía, pasando apuros de todas clases, para poder seguir adelante, y muchas familias que tuvieron que mal vender su ganado, y propiedades, para salir a buscar una nueva vida, en donde el trabajo entonces parecía estar mejor pagado. Muchas familias de la Profunda Castilla, tienen sus recuerdos en mente, sin poder olvidar aquellas fechas, que marcaron a muchas personas. Un saludo desde Madrid,
G X Cantalapiedra.