Una vez introducido el microbio en el organismo a través de la picadura del mosquito y alcanzado el hígado, «reconocimos las proteínas o moléculas que el parásito utiliza para pegarse a las células que va a infectar y luego averiguamos su estructura química tras hacerlas fragmentos», relató el reconocido doctor.
«Eso, per sé, es un gran descubrimiento, pero esos fragmentos no se pueden utilizar como vacunas porque el sistema de defensas es ciego, no los ve», agregó, al explicar que esa ceguera del sistema inmunológico es la que permite a los microbios esconderse en el organismo.
La solución fue modificar los fragmentos a través de la química, es decir, crear proteínas sintéticas e idénticas a las de las únicas partes del microbio capaces de adherirse a los glóbulos rojos para después cambiar el orden de los componentes. ta fórmula deja visibles las moléculas antes irreconocibles por el sistema inmunológico.
El científico lo explica con palabras sencillas: «Darle la vuelta a los deditos de las manitas del microbio» para hacerlos visibles, en alusión a las únicas partes que se pegan a las células porque el resto del parásito no contagia y por tanto no sirve para la elaboración de la vacuna, al no garantizar la prevención de la enfermedad al cien por cien.
«Así la molécula (copiada químicamente y después modificada) se vuelve altamente productora de anticuerpos, de defensas, y puede ser utilizada como vacuna», matizó.
Contrarrestar los males infecciosos
Si bien estas conclusiones parten del estudio de la malaria, Patarroyo ha demostrado que esos principios sirven para contrarrestar el resto de males infecciosos.
El colombiano trabaja fundamentalmente con el microbio de la malaria porque, entre otros motivos, es uno de los más destructores por la rapidez con la que se propaga al interior del organismo: «hay cerca de 500 millones de casos al año y de esos casi tres mueren, la mayoría niños menores de cinco años en África».
Tras el último descubrimiento, se podrá aplicar a la tuberculosis, papiloma humano, dengue, hepatitis C o lepra, solo por citar algunas de las enfermedades más comunes de entre el medio millar de infecciosas, «que en total provocan anualmente la muerte a 16 millones de personas», indicó el científico.
Patarroyo descubrió la primera vacuna contra la malaria en 1986, denominada SPF-66, y tras realizar ensayos en más de 50.000 individuos de distintos países se verificó su efectividad entre un 30 y 50%.
OMS
En 1996, cuando cedió la patente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), dejó de aplicarla para sumergirse en la investigación y buscar su efectividad al cien por cien.
Ahora, 25 años después, ya tiene la segunda generación de esta vacuna, a la que denomina COLFAVAC y de la que ha comprobado una efectividad superior al 90% en monos.
«Vamos a comenzar los ensayos en humanos y estamos absolutamente seguros de que tendremos los mismos resultados», adelantó, al constatar, también tras años de investigaciones, que el organismo de los micos amazónicos que usa son idénticos al del hombre.
El colombiano ha recibido numerosos galardones a lo largo de su carrera, como el Príncipe de Asturias, Robert Koch Medaille, Premio Internacional Latinoamericano en Neumología Fernando D. Gómez, León Bernard de la OMS y Príncipe de Viana de la Solidaridad.
Patarroyo financia sus investigaciones con fondos del Gobierno español y la Caja de Ahorros de Navarra, así como de la Universidad colombiana del Rosario.
fuente El Heraldo e Soria
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