También en Valdecaballeros se dice:
L'albarda de yerro,
el ramal de lino,
y con un palotino:
¡arre, borriquino! (14)
Y al final de la jornada, ¿cuántas veces no apagaría el moco de la torcida, mojando con saliva sus dedos pulgar e índice, para evitar que humease y la alcoba se llenara de aquel mal olor?
La copla dice:
Acostar, acostar
a dormir, a dormir
a tirar de la manta
y apagar el candil (15)
Y en Tejeda del Tiétar se canta:
No quisiera parecerme
al pobrecito candil,
que todos le dan muerte
cuando se van a dormir. (16)
Sin embargo, en La Garganta se escucha esta otra versión:
Quién fuera clavito de oro
en que se cuelga el candil,
para verte desnudar
y a la mañana vestir. (17)
Bella estrofa, que encandilaría la imaginación de los mozos en sus noches de ronda.
El candil era llevado y traído, en la casa, por la mujer y en la calle, por el hombre. Brillaba apagado entre sones de guitarra y ranraneos de botella, por entre las calles y plazuelas de nuestros pueblos; como en Villanueva de la Vera:
"Una vieja y un candil
la perdición. de una casa,
la vieja, por lo que gruñe,
y el candil, por lo que gasta. (18)
Son chismorreos que se cantan «alrededor de la lumbre del candil». ¿Será verdad lo que dice la copla? Lo del candil, puede ser; puesto que según cuentan: en un pueblo de Badajoz, Higuera de Vargas, vivía un hombre llamado «Piro», que un día, desesperado por lo que gastaba el candil, y viéndose en la miseria, le propinó un tiro con la escopeta. De aquí el dicho popular: «Te voy a dar un tiro, como Piro al candil» (19).
Se puede escuchar la misma copla en Alcántara, Castuera y Zafra: aunque se conoce que en este último pueblo, rico en aceite, no les preocupaba lo del gasto:
Una vieja y un candil
son la perdición de casa,
la vieja por lo que gruñe
y el candil por lo que mancha. (20)
Otras canciones han nacido de la algazara del Carnaval, en la alegría de las fiestas, en las bodas, etc.; dictadas por el ingenio abierto y campechano del hombre extremeño. Como esta jota de Carnaval, que se canta en Tejeda del Tiétar:
¡Ay!, que te vi,
que te vi.
Con la puerta cerrada
y apagado el candil.
¡Ay! que te vi,
que te vi. (21)
Y que continúa picante en Garrovillas:
Tu madre tuvo la culpa
por dejar la puerta abierta,
y yo por meterme adentro
y tú por estarte quieta.
Que te vi, que te vi
con la puerta cerrada
y apagado el candil.
Cuando el candil se apagó
volvimos a abrir la puerta,
pero ya sabes que antes
tú te habías estado quieta.
Que te vi, que te vi
con la puerta cerrada
y apagado el candil.
Tu madre se había acostado,
tú apagaste el candil
porque estabas esperando
que yo pudiera acudir.
Que te vi, que te vi
con la puerta cerrada
y apagado el candil. (22)
Durante la noche Sanjuanera (24 de junio): «Se plantaba un «pimpollo», un pino nuevo, recién cortado, dejándole arriba su vástago de pinaza, al tiempo que cantaban:
Debajo de un pino verde
tiene mi amante la cama
y cuando se va a dormir
cuelga un candil en la rama.» (23)
En otro cantar de Tejeda que nos dictó María Naranjo, de 81 años, puede que sea una reminiscencia o recuerdo de lo que hace mucho serían aquellas noches de San Juan en el pueblo:
En los jardines del turco
tiene mi dama la cama,
y cuando se va a acostar,
cuelga el candil de una rama. (24)
Misteriosa noche de San Juan, llena de encantos y brujerías, de poderes fecundantes y árboles engalanados. Mientras la gente del pueblo de Santibáñez el Bajo salta sobre las hogueras para purificarse y arrojar sus males al fuego, como comenta Félix Barroso. «La cantinela del sortilegio volvió a sonar en los labios de muchos niños y muchachos:
«Sarna en una buranca,
¡salú pa Tomah Arranca!»
«Sarna en un pucheru,
salú pa Vitu Lineru.»
«Sarna en un candil,
salú pa Tedoru Chaplín!» (25)
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