Hace ya treinta años, la FFAA junto con la G. C y la P. A que también eran FFAA, eran instituciones temidas e incluso odiadas o muy odiadas para muchos españoles, sobre todo para los de a píe y más aún, para los no afectos.
La sociedad civil y no tan civil de aquellos tiempos, estaba acostumbrada a leer entre líneas porque se usaba mucho eso de escribir empleando subterfugios sucedáneos o rodeos debido a que, la censura metía el tijeretazo por un quítame allá esas pajas y, había que hilar muy fino para entender algo de lo que se quería decir sin decirlo.
Había una revista satírica titulada La Codorniz, a cuyo director metían en el trullo o multaban cada dos por tres. Luego pusieron más en circulación, pero fue después, aunque los poderes fácticos, estaban ojo avizor y no dejaban brecha abierta y, además, se habían otorgado la suficiente legitimidad para terminar con las libertades ante la mínima sospecha.
Con la Constitución del 78 ya en vigor, esos “poderes de hecho”, la interpretaban a su aire e ignoraban adrede, que según la misma tenían obligación de defender “el ordenamiento constitucional”. En este contexto social, en el que casi todo el mundo se sabia de memoria los nombre de los altos jefes militares, todos o casi todos supervivientes de nuestra última incivil contienda, se produjo el esperpento televisado para medio mundo del 23-F. Con Tejero y Milán del Bosch en plan protagonistas de la peli y principales paganos de la intentona.
Ahora, con un tercio de la población española que todavía no había nacido cuando pasaban aquellas cosas, las FFAA es la institución mejor valorada, incluso por delante de la Monarquía y del Defensor del Pueblo, segunda y tercera institución en el podio. Ciertamente, no ha sido un camino de rosas para la gente de uniforme el alcanzar esas posiciones, pero ahí están.
Sin embargo, La Justicia, no puede compartir esa gloria. Menos, La Política.
Pero entonces, había mas poderes de hecho que jugaban grandes cantidades en aquellos azares en los que estaban embarcados, o embarrancados. Uno era La Iglesia, otro La Banca y otro, Los Grandes Empresarios. Los tres, jinetes del apocalipsis involucionista cuyo papel en El Esperpento, fue significativo en la larga tarde noche del 23F, pues, de un lado la CEOE y de otro La Conferencia, se mantuvieron en el mas ovino de los silencios a pesar que, sus respectivas cúpulas estaban ya reunidas desde antes que los guardias civiles entraran en el Congreso. Unos meses antes, con 23 años, el actual presidente de la patronal, Juan Rosell, había escrito un libro en el que decía que: lo único que le preocupaba a los empresarios era si había peligro de que la situación desembocara en una guerra civil y, abogaba por un gobierno que estuviese por encima de los partidos y de las ideologías incluso, por un militar.
Nos encontramos estos día, que, una vez más, La Banca, La Patronal y La Iglesia, vuelven a ser los protas de la peli, sobre todo en la calle y la prensa mediatíca de los madriles. Los unos, por la recesión en las que ellos mismos nos han sumido y, los otros, alegando una “crisis de valores” que, supongo, son los suyos o los que han asumido como suyos. No obstante en el subsuelo de las listas donde se mide el cariño del personal raso hacia las instituciones. ... (ver texto completo)
La sociedad civil y no tan civil de aquellos tiempos, estaba acostumbrada a leer entre líneas porque se usaba mucho eso de escribir empleando subterfugios sucedáneos o rodeos debido a que, la censura metía el tijeretazo por un quítame allá esas pajas y, había que hilar muy fino para entender algo de lo que se quería decir sin decirlo.
Había una revista satírica titulada La Codorniz, a cuyo director metían en el trullo o multaban cada dos por tres. Luego pusieron más en circulación, pero fue después, aunque los poderes fácticos, estaban ojo avizor y no dejaban brecha abierta y, además, se habían otorgado la suficiente legitimidad para terminar con las libertades ante la mínima sospecha.
Con la Constitución del 78 ya en vigor, esos “poderes de hecho”, la interpretaban a su aire e ignoraban adrede, que según la misma tenían obligación de defender “el ordenamiento constitucional”. En este contexto social, en el que casi todo el mundo se sabia de memoria los nombre de los altos jefes militares, todos o casi todos supervivientes de nuestra última incivil contienda, se produjo el esperpento televisado para medio mundo del 23-F. Con Tejero y Milán del Bosch en plan protagonistas de la peli y principales paganos de la intentona.
Ahora, con un tercio de la población española que todavía no había nacido cuando pasaban aquellas cosas, las FFAA es la institución mejor valorada, incluso por delante de la Monarquía y del Defensor del Pueblo, segunda y tercera institución en el podio. Ciertamente, no ha sido un camino de rosas para la gente de uniforme el alcanzar esas posiciones, pero ahí están.
Sin embargo, La Justicia, no puede compartir esa gloria. Menos, La Política.
Pero entonces, había mas poderes de hecho que jugaban grandes cantidades en aquellos azares en los que estaban embarcados, o embarrancados. Uno era La Iglesia, otro La Banca y otro, Los Grandes Empresarios. Los tres, jinetes del apocalipsis involucionista cuyo papel en El Esperpento, fue significativo en la larga tarde noche del 23F, pues, de un lado la CEOE y de otro La Conferencia, se mantuvieron en el mas ovino de los silencios a pesar que, sus respectivas cúpulas estaban ya reunidas desde antes que los guardias civiles entraran en el Congreso. Unos meses antes, con 23 años, el actual presidente de la patronal, Juan Rosell, había escrito un libro en el que decía que: lo único que le preocupaba a los empresarios era si había peligro de que la situación desembocara en una guerra civil y, abogaba por un gobierno que estuviese por encima de los partidos y de las ideologías incluso, por un militar.
Nos encontramos estos día, que, una vez más, La Banca, La Patronal y La Iglesia, vuelven a ser los protas de la peli, sobre todo en la calle y la prensa mediatíca de los madriles. Los unos, por la recesión en las que ellos mismos nos han sumido y, los otros, alegando una “crisis de valores” que, supongo, son los suyos o los que han asumido como suyos. No obstante en el subsuelo de las listas donde se mide el cariño del personal raso hacia las instituciones. ... (ver texto completo)