Respetable y desconocida Rosario:
No esperaba una respuesta a mi anterior escrito sobre los hijos rebeldes.
El mismo fué lanzado a la red para animar a esos acongojados y hasta temerosos padres para que luchen contra esa lacra tan normal de nuestro tiempo. Pero llegados a este punto creo que debo explicar algo.
A una persona muy querida de mi entorno familiar no le gustan estos escritos míos porque dice que personalizo un problema (lo siento mi querido J. pero lo mismo que cuando tengo ocasión digo lo orgulloso que estoy de ti, porque eres buen hijo para tus padres, buén trabajador y buén esposo), aunque no lleve un cartel en la frente, tampoco tengo porqué ocultar que tengo un hijo rebelde (por decirlo suavemente).
Aclarado lo anterior le contesto a Rosario:
En primer lugar le doy las gracias por su consejo, que no voy a seguir, pero que merece todo mi respeto por venir avalado por el consenso con Dios, del que soy un incondicional. EL me ha ayudado, y me ayuda en el día a día dándome respeto y amor a través de las personas que me quieren, que son muchas.
Me pide usted disculpas, por si me he molestado, y por la dureza de mi escrito, creo que soy yo quién debe disculparse con usted, y con las personas que hayan sentido herida su sensibilidad, aunque también le digo que releído mi escrito me ratifico en el mismo y no cambio ni una coma.
Relea una vez mas mi escrito Rosario y verá que no dejo ninguna posibilidad para disculpar el comportamiento de estos indeseables ni para el sufrimiento que causan.
Si lo hace, comprobará en el párrafo final que dejo mi puerta abierta por si el causante de tanto sufrimiento decide convertirse en persona de bién, y vuelve acatando las normas de convivencia de una casa de bién.
Si así sucediera, se repetiría en mi casa la fiesta y banquete de la Parábola del Hijo Pródigo, pero no al momento como dice el Evangelio, sino después de un tiempo de prueba.
Dicho lo dicho, padres que sufrís esta lacra, no os deis mas malos tragos, no sufrais por quién no lo merece, y haceros respetar. Y cuando oigais de sus bocas " yo no te pedí que me trajeras al mundo", decirles que de saber lo que venía, no hubieran sido engendrados.
Rosario, la grandeza del ser humano se demuestra en muchas cosas. Una de ellas es respetarse y entenderse, aunque no se piense igual, en un determinado tema.
En la crencia de que usted y yo lo vemos así, le mando mi mas respetuoso saludo.
Manuel.
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