Me miraste con un gesto enamorado,
¡Ya tu mano acariciaba mi cintura!
Y yo, no comprendiendo la amargura,
Besé tu boca, de nardo enajenado.
Y sin pensar, si pudiera ser pecado,
Me aferré a tus brazos con ternura,
Por tu amor, que ansiaba con locura,
Comprobando que me había equivocado.
Como golpes contundentes de un hachazo!
Provocaste en mi pecho una hendidura,
Que no cicatrizó, y aún hoy perdura,
No por ello me arrepiento sin embargo.
Si pudiera despertar de este letargo,
Y a mi mente retornara la cordura,
Volvería a cometer esa locura,
Aún sabiendo que tu amor me supo amargo.
Poema editado en (curso 78-79) Valladolid
Colegio Hnas de Mª Inmaculada.
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